Debido a que el tatuador tenía los ojos vendado, su amigo lo guió con una mano para que siguiera la plantilla de la imagen que quería tatuarse, todo eso medio de un ataque de risa.
Como era de esperarse, todo salió mal: en lugar del rostro de un hombre con sombrero, el hombre terminó con un mamarracho en su pecho que ahora deberá lucir con dignidad de por vida (a no ser que se haga otro tatuaje encima).
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