En la política puertorriqueña, las alianzas no son extrañas. En Puerto Rico, durante veinte años, desde el 1924 al 1944, las alianzas y coaliciones entre partidos dominaron el espectro político. En 1924, se funda el Partido Alianza Puertorriqueña, formado por el Partido Unión, dirigido por Antonio R. Barceló, y el Partido Republicano Puertorriqueño, dirigido por José Tous Soto. En ese mismo año se formó la Coalición Republicana-Socialista, mejor conocida como La Coalición, formada por el Partido Republicano Puro, dirigido por Rafael Martínez Nadal y el Partido Socialista Obrero, dirigido por Santiago Iglesias Pantín. A su vez, en 1940, se formó el Partido Unificación Tripartita, mejor conocido como La Mogolla, formado por el Partido Liberal, dirigido por Antonio R. Barceló, el Partido Unión Republicana y por disidentes del Partido Socialista Obrero, dirigidos por Prudencio Rivera Martínez.
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La formación de estas alianzas/coaliciones tiene muchas explicaciones políticas, sociales, históricas y económicas. El espectro político, los escaños sujetos a elección, el control por parte de los Estados Unidos de la economía y de la política local, clases sociales que enfrentaban, cada una desde sus distintas estratas, el desplazamiento a causa del impacto del control económico de los americanos en Puerto Rico, los efectos de la primera guerra mundial y el advenimiento de la segunda. Todos esos factores, entre otros, forjaron la creación de estas alianzas. La última de ellas, mejor conocida como La Mogolla, fue descrita desde el exterior de sus filas, como desde el interior, como un partido de líderes y no de pueblo. A su formación, se auguraba que La Mogolla dominaría las elecciones del 1940 debido al reconocimiento pleno que tenían los líderes que aportaban cada una de sus tres facciones. Casi un dream team político.
La Mogolla fracasó, aunque con sus tres escaños en la legislatura lograron un acuerdo con el Partido Popular para romper el empate en la Cámara de Representantes y que el nuevo partido de Muñoz ganara el control de la Cámara y el Senado sobre la Coalición. El fracaso de La Mogolla advino, entre otras cosas, por pensar que, al tener grandes líderes con reconocimiento, el pueblo votaría por ellos. Pero entre ese liderato y el pueblo había un gran abismo, una desconexión.
Hay un refrán pueblerino que dice “no es lo mismo con guitarra que con violín”, y aunque en el asomo de alianza anunciada recientemente por los principales líderes de MVC y PIP salieron bien en la foto, queda mucho por recorrer. De la conferencia de prensa parecía que anunciaban una alianza, que no es alianza, pero que puede serlo. Algo así como lo mejor de dos mundos de las alianzas. Y es que el demonio está en los detalles, y la alianza anunciada puede terminar en mogolla, majado, mezcolanza o amalgama. Eso queda por verse, pero que no piensen, ni por un minuto, que los votos recibidos por estos líderes en los pasados comicios se transfieren de una elección a otra de manera automática. Cuatro años son una eternidad en la política, y la realidad del 2020 no es la misma realidad de hoy, ni será la realidad del 2024. Las elecciones del 2024 no las ganarán las fotos lindas, ni las alianzas o concertaciones o mogollas. Las elecciones del 2024 no las ganarán las cuentas de banco de los candidatos ni los que usan el poder para tratar de darle terapia respiratoria a bronquios cansados. En esas elecciones del 2024 saldrán favorecidos los que tengan el respaldo del pueblo.
Vístanme despacio, que voy deprisa. De las elecciones del 2020 al 2024 hay cuatro años de experiencia y de evidencia con relación a quién sirven los proponentes de esta mogolla. Ciertamente, al menos que pretenden servir es al pueblo. Son serviles al colonialismo cultural de izquierda. Bandean la bandera de la independencia, pero le han vendido sus mentes y sus plataformas a ese colonialismo subyugante más extremo que en nada tiene que ver con nuestra cultura, idiosincrasia y familia. Con sus bocas proclaman libertades, pero con sus actos reflejan el uso del poder para oprimir. Son enemigos de la libre empresa y del libre mercado, alegando querer el desarrollo económico de Puerto Rico, pero siempre ofreciendo al Estado como el actor principal y hegemónico. Para ellos, el Estado es omnipresente, es el padre y la madre de todos. El récord está ahí, solo hay que abrir los ojos.