Es una imagen que llegó a simbolizar el caótico fin de los 20 años de presencia militar estadounidense en Afganistán: Un avión de la fuerza aérea norteamericana despega del aeropuerto de Kabul, perseguido por una multitud de afganos desesperados por salir del país.
El avión C-17 va ganando altura y las tambaleantes imágenes de un teléfono celular muestran dos pequeños puntos cayendo de la nave. Videos desde otro ángulo muestran a la multitud abajo frenando y señalando hacia arriba.
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El verdadero horror del momento salió a la luz solo después: resultó que esos dos puntitos eran seres humanos, afganos desesperados que se habían aferrado al tren de aterrizaje del avión. Cuando las ruedas iban plegándose a su cavidad, los afganos se vieron con dos nefastas opciones: morir aplastados o soltar el puño y caer a tierra.
Más de un mes después, sigue siendo un misterio lo que realmente ocurrió en el aeropuerto de Kabul ese día, el 16 de agosto, al día siguiente de la entrada triunfal del Talibán a la capital afgana tras una ofensiva relámpago por el país.
Incierto el número de muertes
Ni siquiera se sabe con certeza cuántas personas murieron. Los videos muestran a los dos puntitos cayendo a tierra, uno varios segundos después del otro. Pero al mismo tiempo cayeron dos cuerpos sobre el mismo techo, lo que parece indicar que cayeron al mismo tiempo, lo que implicaría que hubo por lo menos una persona más que cayó. Aparte de eso, las fuerzas norteamericanas informaron que hallaron restos humanos en el tren de aterrizaje del avión cuando aterrizó en Qatar, aunque no especificaron de cuántas personas se trató. Por lo menos una persona, un conocido futbolista afgano, murió en la pista de despegue atropellado por las ruedas de la aeronave.
Las fuerzas norteamericanas insisten en que no han concluido las investigaciones en torno a lo sucedido ese día. Dicen que el C-17 estaba trayendo pertrechos para el operativo de evacuación pero fue agobiado por la multitud al aterrizar. Ante el temor de quedar atrapados en la multitud, la tribulación decidió despegar inmediatamente sin entregar su material. Videos tomados por afganos muestran a cientos de personas corriendo al lado del avión, y un pequeño grupo en el peldaño aferrado al peldaño encima de las ruedas, aunque es imposible saber cuántos saltaron antes de que el avión despegara.
Uno de los que se introdujo en el tren de aterrizaje era Fida Mohammad, un dentista de 24 años de edad.
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Era un hombre joven lleno de esperanza, dijo después su familia. Se había casado el año anterior en una enorme ceremonia que a su familia le costó el equivalente de 13.000 dólares. Había hecho realidad su sueño de abrir una clínica dental en Kabul.
Cuando el Talibán tomó el poder, el joven temió que todos sus planes se esfumaban, relató el padre, Painda Mohammad, en entrevista con The Associated Press.
Painda Mohammed sigue sin poder explicarse qué pensaba su hijo al encaramarse subir a las ruedas del avión. Vive abrumado por un sentido de culpa, al sospechar que el hijo tomó semejante riesgo porque deseaba pagarle de vuelta por el enorme préstamo que obtuvo para la boda.
Hundiendo el rostro en sus manos, Painda relata que pasa horas imaginándose los últimos minutos de su hijo, el terror que debe haber sentido al ver que la tierra se alejaba de sus pies y que las ruedas entraban a su cámara, sabiendo que no tenía otra opción que dejarse caer.
Hundiendo el rostro en sus manos, Painda relata que pasa horas imaginándose los últimos minutos de su hijo, el terror que debe haber sentido al ver que la tierra se alejaba de sus pies y que las ruedas entraban a su cámara, sabiendo que no tenía otra opción que dejarse caer.
En tierra, Abdula Waiz estab durmiendo en ese instante cuando un estruendoso ruido lo despertó. Lo primero que pensó fue que hubo algún tipo de explosión, hasta que salió y los vecinos le señalaron su techo, donde había cuerpos humanos.
Un día reciente Waiz señaló el preciso lugar del techo donde estaban los muertos, todavía manchado de sangre. Waiz cree que estaban tomados de la mano, ya que cayeron en el mismo punto. Recogió los cuerpos en un mantel y lo llevó a la mezquita local, relató.
“Por 48 horas después no pude comer ni dormir”, contó.
Las autoridades identificaron a uno de los muertos como Fida, tras hallar en su bolsillo un papel con el nombre y número de teléfono de su padre. La prensa local identificó al segundo muerto como un hombre joven llamado Safiula Hotak.
Por dos semanas a fines de agosto, a medida que cobraba fuerza el operativo de evacuación, decenas de miles de afganos se aglomeraron en torno al aeropuerto de Kabul, desesperados por huir de Afganistán ante el auge del Talibán. Un bebé de 2 años murió en la estampida. Un terrorista del grupo Estado Islámico detonó los explosivos que llevaba puesto, matando a 169 afganos y a 13 militares norteamericanos. Aun así, seguían llegando miles de personas al lugar, ansiosas por entrar al aeropuerto.
La escena fue tan traumática que la fuerza aérea estadounidense ofreció asistencia psicológica a su personal que estaba a cargo, así como a la tripulación de ese avión C-17 después de que aterrizó en la Base Aérea Al-Udeid en Qatar.
Otra víctima fue Zaki Anwari, un joven afgano de 17 años, miembro del equipo de fútbol de Afganistán y que pasaba horas viendo videos de su héroe, Lionel Messi. “Nunca paraba, era todo lo que hablaba”, comenta su hermano Zakir Anwari, de 20 años.
Zaki era muy joven como para recordar el brutal régimen islámico que impuso el Talibán cuando gobernó al país en los años noventa. Pero a medida que la milicia ganaba terreno en las provincias, Zaki veía por las redes sociales relatos sobre lo ocurrido en esa época.
Durante ese régimen anterior, el Talibán prohibió los deportes y detenía a jóvenes a la hora del rezo para obligarlos a ir a las mezquitas. Zaki estaba seguro de que su sueño de competir internacionalmente con el equipo afgano estaba en ruinas.
Zaki fue al aeropuerto con un hermano mayor y con un primo ese 16 de agosto. Supuestamente sólo iba a cuidar el carro mientras el primo, quien había trabajado para una compañía norteamericana, trataba de entrar a la instalación. En lugar de ello, cuando los otros se fueron, Zaki trepó la cerca del aeropuerto.
Casi sin aliento, Zaki llamó por celular a su hermano Zakir, diciéndole que ya estaba en la pista y que se iba a encaramar en un avión. Zakir le gritó que no, recordándole que no tenía consigo su cédula de identidad ni su pasaporte, y diciéndole “¿Qué vas a hacer si llegas a Estados Unidos?”
Pero Zaki colgó y llamó a su madre. “Reza por mí, me voy a Estados Unidos”, le dijo Zaki. Ella le respondió: “No, no, regresa a casa”.
Zaki no le hizo caso. Corrió al lado del avión hasta que tropezó, cayó justo debajo de una rueda que lo aplastó y lo mató, según dijeron testigos a la familia luego.
Painda Mohammad, el padre del joven dentista, no para de ver videos en su teléfono celular en los que sale su hijo bailando en su boda.
Con ojos llorosos, el padre dice: “Él fue un regalo de Dios, y ahora Dios lo ha llamado de vuelta”.
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