Un extravagante parque que parece flotar sobre pilotes con forma de tulipanes en el río Hudson amenaza con ser una de las grandes atracciones de Manhattan.
Fue inaugurado el viernes, cuatro años después de que una disputa entre el magnate Barry Diller y un empresario de bienes raíces amenazase con frustrar el proyecto.
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El nuevo parque se llama Little Island (Pequeña Isla) y es conocido también como la Isla de Diller, ex CEO de 20th Century Fox. Una fundación de Diller y su esposa, la diseñadora de modas Diane von Fustenberg, aportó 260 millones de dólares al proyecto.
Se suma a una serie de muelles nuevos que han surgido en el lado oeste de Manhattan en los últimos 20 años, pero tiene características de diseño que lo distinguen de los demás.
Las flores, árboles y espacios para espectáculos de Little Island reposan sobre 123 pilotes de cemento que los creadores del parque describen como “pilotes de tulipanes”. Los pilotes son de distintas alturas, por lo que el parque tiene pequeñas lomas.
Se accede al parque por dos puentes.
El diseño es de Thoma Hitherwick, creador del Vessel, la curiosa estructura en el corazón del Hudson Yards, el complejo de rascacielos que ha pasado a ser uno de los nuevos referentes de Manhattan, unas 20 cuadras arriba de Little Island, en la misma orilla del Hudson.
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Diller, quien también aportó importantes sumas al High Line —el paseo creado en las vías de un viejo tren elevado—, compara a Little Island con un bosque encantado o con una visita a la tierra de Oz.
“Es un oasis que ofrece todo lo que divierte, lo extravagante y juguetón que podemos imaginar”, sostuvo.
El proyecto se puso en marcha en el 2014, pero quedó en veremos por varias demandas en las que se decía que el parque había sido planeado sin el aporte del público y que comprometía la vida marina. Las demandas fueron presentadas por el City Club de Nueva York, una entidad sin fines de lucro. Pero posteriormente se supo que el que las impulsó fue en realidad el empresario de bienes raíces Douglas Durst, que había sido desplazado como director de la organización Friends of Hudson River Park, encargada de recaudar fondos para el proyecto.
Ante el costo de los litigios, Diller dijo en septiembre del 2017 que suspendía el proyecto. Lo revivió al mes siguiente, después de que la mediación del gobernador de Nueva York Andrew Cuomo facilitó un acuerdo.
Un portavoz de Durst dijo que el empresario había apoyado las demandas porque el proyecto no había sido sometido a todo el proceso regulatorio de rigor.
Little Island estará abierto desde las seis de la mañana hasta la una de la madrugada, todos los días. Hasta septiembre, sin embargo, habrá admisiones solo desde el mediodía hasta las ocho de la noche, según la directora ejecutiva Trish Santini.
Habrá números musicales, obras de teatro y bailes a partir de mediados de junio, agregó.
El productor Scott Rudin, quien renunció a la Broadway League el mes pasado tras ser acusado de comportamiento abusivo, ayudó a planificar esas presentaciones, pero “no tiene una relación formal con el proyecto”, señaló Santini.
Habrá una combinación de entradas gratis a las actuaciones en un anfiteatro de 687 asientos y otras por las que habrá que pagar. Hay un segundo sector para presentaciones artísticas llamado Glade.
Los tulipanes de cemento que sostienen el parque fueron fabricados al norte de la ciudad de Nueva York, en el estado del mismo nombre, y arrastrados hasta Manhattan por barcazas por el río Hudson, de a cuatro a la vez, de acuerdo con Santini.
Se completó la instalación de los tulipanes a fines del 2019 y se empezó entonces a plantar árboles y plantas. Los espacios verdes fueron diseñados por Signe Nielsen, del estudio Mathews Nielsen Landscape Architects. La idea era reproducir una hoja que flota en el río. Hay 35 especies de árboles, 65 especies de arbustos y 290 variedades de césped, enredaderas y plantas perennes.
Las lomas de Little Island creadas por el hombre ofrecen magníficas vistas de la ciudad, pero la topografía del parque hace que la gente se sienta en otro mundo.
“Pienso que este va a ser un sitio al que los neoyorquinos vienen a descansar, a recuperar fuerzas, y también a dejar volar su imaginación, que nos va a recordar a todos que somos creativos”, expresó Santini. “Mi esperanza es que la gente vuelva una y otra vez porque se da cuenta de que cada vez que viene encuentra algo nuevo y divertido que hacer”.