“Pasé de ser un niño que quería sacar a mi familia de la pobreza, a un asesino porque yo no quería morir”, contó el exconfinado y escritor Aníbal Santana, para introducir la discusión sobre seguridad pública en la cumbre convocada por el gobernador Ricardo Rosselló.
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Apenas tenía once años cuando inició su “carrera” en el bajo mundo, que empezó con escalamientos, y le siguió el narcotráfico. A sus 15 años, “creé una organización para hacer robos domiciliarios”. Un grupo “profesional” con 48 muchachos, dijo, ya que estudiaban muy bien sus objetivos y posibilidades en cada operación. Excepto en una ocasión.
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“Nos dijeron que había un millón de dólares en la casa de un comerciante, y ahí estaba el millón. Pero resultó ser que el comerciante también era un narcotraficante. Ahora la cabeza de mis 48 muchachos tenía precio”, contó. Ahí inició su primera guerra en las calles.
Santana creció en una “familia disfuncional”, con un padre maltratante y en pobreza extrema. Y está claro en que la raíz del crimen que la Cumbre de Seguridad intenta atajar, está en la pobreza y en la falta de oportunidades, en los deseos de “sacar a mi familia” del hoyo de las necesidades.
Estuvo en prisión 15 años, fue tiroteado “más de 100 veces”, y hoy es escritor, con una novela pronta a publicar. Fueron las letras las que le dieron algo de dirección, contó. “Empecé a leer y me di cuenta que no sabía hablar, no
I escribir”, dijo en el Centro de Convenciones, donde recibió un aplauso al culminar su intervención.
“No es real que un niño nace siendo delincuente. Algo pasa en el camino. No conocemos qué llevó a esa persona a delinquir”, agregó.
Encontrando soluciones en los pequeños detalles
“Si a los confinados se les bonificara por leer, tú sabes cuánta gente brillante saldrá de ahí. No es bonificar por bonificar, porque Corrección va a elegir los libros que eduquen, que trabajen contra la adicción. Edúcame. Tengo que responder un examen para ganarme la bonificación. El día que terminen su sentencia saldrá una persona más inteligente”, sugirió Santana.
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Cuando entró a la cárcel, el escritor recibió “una paliza” por parte de los guardias penales, dijo ante funcionarios y autoridades.
“Si humanizamos a los oficiales y logramos que en lugar de dar palos den consejo, que me digan ’buenos días’ en lugar de ’preso desgraciado'”, la historia sería distinta, argumentó, lamentando el odio con el que son tratados los presos en el proceso de rehabilitación.
A través de su experiencia, Santana compartió otras alternativas , como adiestrar mejor a los maestros “para que puedan identificar a tiempo señales en niños” y establecer programas que los “retengan más tiempo en las escuelas y lograr que se escape un ratito del maltrato y el círculo criminal que le rodea”.
Además, invitó a mirar las instituciones privadas para intervenir efectivamente, ya que “la mayoría de mis compañeros en la cárcel de adultos salieron de instituciones juveniles”.