Son unos Juegos Olímpicos como ninguno otro — y no hay dudas de que los Juegos de Tokio son precisamente eso — , pero es un evento que ha perseverado a través de guerras, boicots y ahora una pandemia a lo largo de su historia de 125 años.
Los juegos de Tokio ya han trazado nuevos senderos debido al aplazamiento de 12 meses debido a la pandemia de coronavirus, celebrándose en un año impar por primera vez. Pero con la prohibición de público en las gradas, tienen además la distinción de ser los primeros sin espectadores.
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“Estamos en territorio inexplorado”, dijo Steve Wilson, el expresidente de la Asociación de Periodistas Olímpicos que cubrió el movimiento olímpico por la Associated Press por casi tres décadas hasta el 2017.
“Estos van a ser juegos sin la atmósfera de carnaval, celebración y diversiones que usualmente tenemos y disfrutamos. Definitivamente unos juegos para la historia”.
“Estos van a ser juegos sin la atmósfera de carnaval, celebración y diversiones que usualmente tenemos y disfrutamos. Definitivamente unos juegos para la historia”.
Ha habido muchas ediciones inusuales de los Juegos Olímpicos en el pasado, sin embargo. Estados Unidos y muchos aliados boicotearon los juegos de Moscú en 1980 para protestar contra la invasión soviética a Afganistán. La Unión Soviética y muchos aliados respondieron boicoteando los Juegos de Los Ángeles en 1984.
Decenas de países, mayormente de África, boicotearon los Juegos de Montreal en 1976 en protesta por los lazos deportivos de Nueva Zelanda con el régimen del apartheid en Sudáfrica. Sudáfrica tuvo prohibido participar en los juegos desde 1964 hasta 1988 debido al apartheid.
La I Guerra Mundial y la II Guerra Mundial forzaron a cancelar los juegos, así que no hubo edificios en 1916, 1940 o 1944. Los juegos invernales no existían en el tiempo de la I Guerra Mundial, pero la segunda forzó la cancelación de dos.
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La edición de verano de 1940 iba a ser realizada en Tokio, pero al regreso de la competencia en 1948, Londres fue seleccionada como sede. Tokio tuvo que esperar a 1964 para realizar sus primeros juegos.
Y entonces están los juegos de 1920, realizados en Amberes, Bélgica, que se celebraron cuando el mundo emergía de la I Guerra Mundial y una pandemia de influenza que mató a más de 50 millones de personas.
“En tiempo mínimo, organizaron los juegos, pero fueron básicamente improvisados “, dijo Roland Renson, un historiador de deportes belga, en comentarios a la AP el año pasado. “Tuvieron que hacerlo con lo que tenían a su disposición y eso no abundaba en una ciudad tan vapuleada por la guerra”.
Ahora, la pandemia de coronavirus afectó incluso las celebraciones por el centenario de los juegos de Amberes, forzando su cancelación.
Otra rareza olímpica ocurrió en los Juegos de Melbourne de 1956, cuando las competencias ecuestres se realizaron en Estocolmo debido a regulaciones de cuarentena para animales en Australia.
Y entonces están los Juegos Olímpicos de Atenas en 1906, o quizás mejor, la falta de juegos en 1906.
Originalmente llamados “Juegos Olímpicos Internacionales de Atenas” y aprobados por el COI, son ahora conocidos como los Juegos Intercalados de 1906 — realizados a medio camino en el ciclo olímpico normal de cuatro años. Fueron declarados no oficiales en 1949, de acuerdo con el historiador olímpico David Wallechinsky.
La tragedia ha marcado también los juegos olímpicos, más notablemente cuando 11 miembros del equipo de Israel fueron asesinados por el grupo extremista palestino Septiembre Negro en los Juegos de Múnich de 1972 y en 1996 cuando una bomba estalló en el Parque Olímpico en Atlanta.
Otras ciudades anfitrionas han renunciado a organizar la competencia. Los juegos de 1908, por ejemplo, fueron conferidos originalmente a Roma, pero trasladados a Londres luego de la erupción del Vesubio porque el gobierno italiano decidió que sus recursos deberían ser dedicados a reconstruir Nápoles.
Roma finamente organizó los juegos en 1960.
Unos Juegos Olímpicos tiene una historia especialmente controversial: Berlín en 1936. Aunque la sede fue otorgada dos años antes de que Adolf Hitler se convirtiese en dictador, se realizaron bajo el nazismo, Jesse Owens, un astro afroestadounidense de la pista, gano cuatro medallas de oro, aunque se suponía que compitiese solamente en tres eventos — los 100 metros, los 200 metros y el salto largo.
Marty Glickman eran dos de los miembros esperados de la cuarteta del relevo 4×100. Fueron remplazados por Owens y Ralph Metcalfe, que ganaron la carrera junto con Frank Wykoff y Foy Draper con un récord mundial.
“Lo que hizo fea la situación”, escribió Wallechinsky en “The Complete Book of the Olympics” en el 2012, “fue que Stoller y Glickman eran los únicos miembros judíos del equipo de pista de Estados Unidos y regresaron al país como los únicos miembros del equipo que no compitieron”.
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