La noción de una “izquierda” política se origina en la Asamblea Nacional Constituyente durante la Revolución Francesa de 1789. Los diputados que se oponían al poder de veto absoluto del rey sobre las leyes de la futura asamblea legislativa y que afirmaban la soberanía nacional por encima de la monarquía se ubicaron en los bancos a la izquierda del presidente de la asamblea. A partir de esta división espacial se estableció una identidad de la izquierda con las visiones liberales progresistas. El concepto evolucionó para identificar posiciones políticas progresistas, socialdemócratas, socialistas, e incluso revolucionarias. En el siglo veintiuno las posiciones llamadas de izquierda se identifican como posiciones a favor de la igualdad política, económica y social, la inclusión de todas las personas en los procesos sociales, políticos y económicos, la defensa del medioambiente, los derechos civiles y humanos.
PUBLICIDAD
En Puerto Rico tradicionalmente se definen las posiciones de izquierda, derecha y centro a partir de las preferencias de status. Los independentistas representan la izquierda, los estadolibristas representan el centro y los estadistas o anexionistas la derecha. Pero a partir del colapso de la Unión Soviética en 1989 y con ello del socialismo realmente existente o comunismo, la noción de un independentismo socialista, separatista y revolucionario se ha hecho obsoleta. Hablar de “izquierdas” en el siglo veintiuno no es hablar de comunismo o socialismo. Ya no quedan países comunistas, aunque si países con economías centralizadas, dirigidas por partidos comunistas. El sistema económico mundial es regido por principios de mercado, con restricciones que no son socialistas, sino, principalmente de entidades públicas internacionales, regionales y nacionales, o empresas transnacionales.
El eje del discurso político en Puerto Rico se ha desplazado del estatus a temas de derechos civiles, humanos y ambientales. El discrimen y el maltrato por género y raza son hoy más importantes que la solución inmediata del estatus. La desigualdad social y la corrupción pública rampante de los gobiernos del Partido Nuevo Progresista y el Partido Popular Democrático, la mala gobernanza, son más causa de la movilización política que los discursos sobre la estadidad, como se demostró en julio de 2019. La destrucción del medioambiente y el desplazamiento de poblaciones de trabajadores empobrecidos en nuestras costas es más acuciante que las promesas de prosperidad con fondos federales que nunca llegan. Los arrestos y juicios de los políticos del PNPPD, son más contundentes que las historias y promesas de analistas de medios y “fotutos” de redes sociales de las maquinarias políticas tradicionales. La máscara se le ha caído al bipartidismo.
La respuesta ha sido un realineamiento en torno a nuevos temas y problemas. El debate de éstos nuevos asuntos se ha aglutinado también en nuevas organizaciones configuradas de formas no anticipadas, como el Proyecto Dignidad. La nueva izquierda, por su parte, integra soberanistas, estadistas anticolonialistas e independentistas, en una Alianza que enfoca su campaña en la defensa de las comunidades y el medioambiente, de los derechos de las mujeres sobre sus cuerpos, de la inclusión de gentes discriminadas por raza y género, y por un gobierno que practique la buena gobernanza: transparencia, rendición de cuentas, integridad pública, eficiencia gubernamental, empoderamiento de la población y acceso a servicios esenciales—salud, educación, seguridad.
El centro político que ocupaba el PPD y la ideología estadolibrista ha sido marginado. Como pasa con toda trivialidad, la política de tres alternativas tradicionales ligadas al estatus se ha replanteado como un nuevo dilema entre dos polos, uno conservador y otro progresista. El PPD está en proceso de convertirse en “un cero a la izquierda”. En la medida en que el PD y la Alianza han tenido éxito en deslindar la elección del gobierno de la selección de un estatus político, han cambiado los términos de la contienda electoral.
La crisis de mala gobernanza ha transformado tanto a la derecha como a la izquierda puertorriqueña. La izquierda puertorriqueña del siglo veintiuno no puede ser caracterizada como el ogro separatista-comunista que proclaman los ideólogos de los partidos tradicionales ni los fotutos en las redes sociales. La izquierda del siglo veintiuno no es roja, ya no existe el “peligro rojo”—comunista—en ninguna parte del globo. La nueva izquierda puertorriqueña del siglo veintiuno se concreta en una Alianza de centro-izquierda que propone un proyecto político de buena gobernanza que oscila entre una reedición del estado benefactor y un proyecto socialdemócrata moderado.