Opinión

Sería bueno detenernos en el camino y preguntar

Lee aquí la columna de opinión del abogado y vicepresidente de Proyecto Dignidad.

Portada de la columna de Juan Manuel Frontera Suau, con su rostro y cargo en el partido Proyecto Dignidad.
Juan Manuel Frontera Suau columnista Juan Manuel Frontera Suau.

No se los niego, lo acepto. Estar al tanto de lo que ocurre en Puerto Rico y en el mundo puede tornarse desesperanzador. Lo más perturbador de todo es la polarización extrema de los discursos y la incapacidad del discernimiento ante la oferta cada vez más diversa del mercado de las ideas. Soy fiel creyente de la libertad más amplia de pensamiento, expresión y conciencia. Creo que el debate de las ideas debe estar abierto al más amplio margen de discusión y análisis, incluyendo las ideas peligrosas. Es más, primordialmente las peligrosas. Si no existe un espacio para la discusión de esas ideas que a algunos nos espantan, será muy difícil combatirlas y demostrar su irracionalidad.

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Por eso creo que el debate de estas ideas debe ser férreo, asumiéndose con firmeza y entereza. Creo que toda persona que desee tener un debate o una conversación honesta y profunda sobre cualquier asunto en la vida tiene que entrar a la misma sabiendo que está en riesgo de ofender con sus palabras y que muy probablemente será ofendido. El ser humano, para sobrevivir en este mundo, debe tener la capacidad de asumir posturas valientes y en ocasiones ofensivas para los demás. El secreto está, no en renunciar a ellas para asumir una posición dócil y sumisa, sino en la capacidad de ejercer control y dominio propio. En la capacidad de usar la agresividad en el intercambio social, en el momento preciso y de la manera precisa, siempre respetando la dignidad humana del otro.

Se necesita sabiduría en el manejo de nuestra agresividad, entereza, fuerza y firmeza. No se necesita suprimirla, ni tampoco darle rienda suelta. De eso se nos enseña poco. En esta semana santa, los cristianos celebramos el evento central de nuestra fe. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, viviendo una vida de firmeza de carácter, enfrentando las ideas y las injusticias de su época con una claridad y firmeza diáfana, pero a la misma vez con una mansedumbre y humildad ejemplar. Una lectura completa de los evangelios nos muestra un Jesús que tenía todo el poder del mundo para destruir, para juzgar con dureza, para increpar y para señalar. Y en efecto lo hizo, pero lo hizo mesuradamente, específicamente ejerciendo su poder y firmeza de carácter en aquellas ocasiones limitadas y precisas que así lo requerían. Sin embargo, vemos como en el ejercicio de su mansedumbre y humildad, la gente no lo desvestía de su poder, sino que lo reconocían con mayor claridad, por eso se postraban ante él para adorarle. En él se concentraba todo el poder y toda la bondad.

Hoy, en medio de nuestra sociedad, se celebra el uso desmesurado e irresponsable de la palabra. Mientras más virulenta la respuesta, y mientras más dañina es, más se celebra. Por otra parte, otros tratan hipócritamente de celebrar una inclusividad, diversidad y amor selectivo. Este último solo está disponible para aquellos que se ven como Yo, creen en lo que Yo creo, hablan como Yo, leen lo que Yo leo, aman al que Yo amo y validan lo que Yo valido. En ese grupo tienes un espacio seguro mientras te adhieras por completo a sus mandamientos. Violentas uno sólo de ellos y te conviertes en el enemigo, digno de ser cancelado en todos tus actos, ideas y circunstancias. Una sociedad dividida de esta manera no puede prosperar, sino que se destruye a sí misma.

En esta semana vale la pena detenernos en nuestros caminos y preguntar. Como decía el profeta Jeremías: «Párense en los caminos y miren, Y pregunten por los senderos antiguos, Cuál es el buen camino, y anden por él; Y hallarán descanso para sus almas. Pero dijeron: “No andaremos en él”». Jeremías 6:16 (NBLA).

Nuestras desavenencias, odios, prejuicios y falsos orgullos pueden encontrar solución en el camino antiguo del madero. Jesús fue capaz de no sólo caminar por ese sendero, sino tornarse en el camino mismo. Ese madero hoy puede ser el puente de encuentro donde una sociedad dividida halle un punto de unión. En ese punto de unión donde todos reconocemos nuestras debilidades y pecados, y todos recibimos perdón. No existe otra instancia en el mundo en donde el poder y la justicia fuesen ejercidas con la mayor mesura y precisión posible. La pregunta que les invito a hacernos esta semana es, ¿queremos caminar esa senda?

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