20 años han pasado ya del ataque a a las Torres Gemelas en New York, el cual marcó una fecha en la historia, el 11 de septiembre de 2020. En este contexto, se conmemora lo ocurrido con imágenes que registraron el atentado y recordando espacios, como el Windows on the World, el increíble restaurante antes de que sea destruido.
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Se trata del piso 107 del World Trade Center. El lugar era catalogado como el mejor restaurante del mundo. Y es que quienes entraban ahí no solo lo hacían por probar sus platos, sino también que aprovechaban la magnífica vista para dar sorpresas a los seres especiales.
En el Windows on the World o Las ventanas en el mundo, en español, se veía constantemente a personas usándo la infraestructura para pedir matrimonio, celebrar un cumpleaños, impresionar a alguien o cerrar un negocio. Además, miles de turistas que iban de paso aprovechaban para conocer este piso.
“Todos los presentes en el Windows on the World (WOTW) murieron la mañana del 11 de septiembre de 2001. A las 8.46, cuando el vuelo 11 de American Airlines se estrelló contra la Torre Norte, estaban en el restaurante 72 miembros de la plantilla, 16 integrantes de la empresa Incisive Media que celebraban un desayuno de trabajo, y otros 76 clientes y proveedores”, señala el medio de comunicación El País.
Este icónico restaurante pasó por varios altibajos durante sus 25 años de funcionamiento. Fue el año 1976 cuando fue inaugurado pero desde sus inicios tuvo una particularidad. Y es que su éxito dependía del estado de situación de la mejor ciudad del mundo. “El pulso del Windows on the World siempre había ido parejo al de la propia ciudad”, como explicó el periodista Tom Roston en el libro The most spectacular restaurant in the world, publicado en 2019.
A pesar de ello, como lo habíamos indicado, el lugar era indispensable para los turistas que llegaban a la capital del mundo. Así mismo, su magia permitió que se vivan cientos de momentos mágicos de amor y éxito. Lamentablemente, el 11 de septiembre de 2001 todo acabó.
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El lugar comprendía de 22 bares y restaurantes repartidos por las dos torres, muchos de ellos modestos y destinado a los trabajadores.
Marmól, cobre, seda y pan de oro era los paisajes que se dibujaban dentro del lugar, pero también, como explica el arquitecto Warren Platner en el artículo de Green, “hectáreas de pladur” y “la baldosa acústica más barata del mercado”.