Las elecciones en Estados Unidos cambiaron bancas en el Senado y la Cámara de Representantes, pero dejaron el Congreso básicamente como estaba, profundamente dividido, con los votantes resistiéndose a cambios grandes pese a la acalorada contienda por la Casa Blanca.
Es un resultado que enfría demandas demócratas por una agenda más atrevida, envalentona a los republicanos y virtualmente garantiza más estancamiento partidista independientemente de quién gane la presidencia. O quizás provee una rara oportunidad para una modesta cooperación entre las dos partes.
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La presidenta de la cámara baja, la demócrata Nancy Pelosi, se aprestaba a retener el puesto, pero vio reducirse su mayoría y cuestionado su liderazgo. El control del Senado seguía inclinado hacia los republicanos, que resistieron un embate de candidatos demócratas energizados, aunque unas pocas contiendas seguían sin decidirse.
El líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, dijo el miércoles manifestó su confianza en que “no importa quién termine a cargo del gobierno, tratará de superar todo eso y conseguir resultados”.
Algo de lo que no hay dudas es que las trastocadas proyecciones obligarán a reconsiderar los sondeos, la recaudación de fondos y los mensajes que los partidos usan para movilizar a votantes en la era de Trump y más allá.
Para la noche del miércoles, Pelosi virtualmente había declarado al demócrata Joe Biden ganador, diciendo que los representantes demócratas “tendremos ahora la oportunidad de lograr progresos” en las prioridades del partido — reducir los costos de la atención médica salud pública, crear empleos por medio de proyectos de infraestructura y otras.
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Pero los malos resultados para los congresistas demócratas ponen en dudas los ambiciosos planes de cambios legislativos promovidos por el partido, que buscaba una barrida en Washington.
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Incluso si los demócratas ganan la Casa Blanca y un Senado estrechamente dividido, la capacidad de Pelosi de forzar negociaciones en sus términos será disminuida por sus derrotas en la cámara baja.
Si Donald Trump gana otro término, sus aliados republicanos, especialmente en el Senado, se sentirán más cómodos manteniéndose leales a él tras escapar un fracaso electoral, aunque aún no han anunciado una agenda.
Scott Jennings, un estratega republicano cercano a McConnell, dijo que gane o pierda, Trump “reorganizó los partidos políticos”, convirtiendo a los republicanos, no los demócratas, en el partido de la “clase trabajadora” estadounidense.
Los demócratas a su vez dicen que con Biden al borde de una victoria, el mandato para soluciones a la crisis del coronavirus, la vapuleada economía y otros asuntos importantes es tan fuerte como nunca.