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Primeras pistas del futuro de Cuba con su nuevo presidente

Miguel Díaz-Canel fue vicepresidente de la isla desde 2013

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LA HABANA — Miguel Díaz-Canel era el candidato a ser el próximo presidente de Cuba desde 2013, cuando Raúl Castro nombró al lacónico exfuncionario provincial para el importante cargo de primer vicepresidente y lo presentó diciendo que “no es un novato ni un improvisado”, un gran elogio en un sistema dedicado sobre todo a su continuidad.

Castro no dijo nada sobre cómo un joven civil ajeno a su familia podría liderar la nación socialista que él y su hermano mayor crearon y controlaron durante casi 60 años.

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Los exiliados en Miami dijeron que Díaz-Canel será un testaferro para la continuidad del dominio de los Castro. Los cubanos en la isla especulaban sobre un presidente débil que compartiría el poder con la dirección del Partido Comunista o con la posibilidad de que se cree un nuevo puesto de primer ministro. Pero nadie que sepa qué va a ocurrir se pronunció, y nadie de los que se pronunciaron sabe qué va a ocurrir.

Las primeras pistas sobre el misterio de la nueva estructura de poder de Cuba se relevaron a primera hora del jueves, cuando Raúl Castro entregó la presidencia a Díaz-Canel, que asumió el cargo luego de que 603 de los 604 miembros de la Asamblea Nacional aprobaron su designación como único candidato a la jefatura del ejecutivo.

Con Castro observando desde la bancada, Díaz-Canel dejó claro que por el momento seguirá la senda del hombre que fundó el sistema comunista cubano junto a su hermano. El nuevo dirigente dijo que mantendrá el ejecutivo de su antecesor al menos hasta julio, cuando volverá a reunirse la Asamblea Nacional.

“Raúl sigue siendo nuestro Primer Secretario como el referente que es para la causa revolucionaria” y tomará las decisiones sobre el futuro del país, dijo Díaz-Canel, agregando que Cuba necesita al expresidente “enseñando y siempre presto a enfrentar al imperialismo”.

El discurso de despedida de Castro, que se prolongó durante 90 minutos, ofreció su primer plan claro para un presidente a quien parece concebir como el heredero del control casi total del sistema político, que a su vez domina cada aspecto de la vida diaria en Cuba. Castro pronosticó que el canoso ingeniero cumplirá dos mandatos como presidente y tomará las riendas del Partido Comunista Cubano (PCC), el máximo órgano de decisión en la isla, también por dos mandatos de cinco años, cuando Castro deje el cargo en 2021.

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“A partir de entonces si la salud me lo permite, seré un soldado más del pueblo defendiendo esta revolución”, señaló el general, que se improvisó varias veces durante su discurso para bromear con los funcionarios presentes en los escaños de la Asamblea Nacional, apuntando que ahora tendrá tiempo para visitar el país.

Los medios estatales dieron un tono similar a su despedida. El noticiero de la noche emitió imágenes en blanco y negro de Castro como un joven revolucionario, empleando como banda sonora “El último mambí”, una canción compuesta por Raúl Torres para la ocasión. Torres había compuesto un homenaje similar a Fidel Castro tras su fallecimiento en 2016.

El plan esbozado por Raúl Castro el jueves hará de Díaz-Canel la figura dominante en la política cubana hasta 2031. Luego, “hará con su sucesor lo mismo que estamos haciendo con él”, dijo Castro explicando que cuando pasen sus 10 años como presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, seguirá como primer secretario del PCC durante otros tres para facilitar la transición, lo que “ayudará a evitar errores por parte de su sucesor”.

Díaz-Canel señaló que su prioridad será preservar el sistema comunista de la isla mientras reforma gradualmente la economía y hace que el gobierno sea más receptivo al pueblo.

“Aquí no hay espacio para una transición que desconozca o destruya el legado de tantos años de lucha”, manifestó el presidente.

El nuevo dirigente se comprometió a trabajar para implementar un plan a largo plazo elaborado por la Asamblea Nacional y el PCC que permitirá el crecimiento limitado de empresas privadas como restaurantes y taxis, dejando los sectores más importantes de la economía _ energía, minería, telecomunicaciones, servicios médicos y producción de ron y cigarros _ en manos del estado.

Los cubanos señalaron que esperan que su nuevo presidente introduzca mejoras en la economía de la isla, estancada y dominada por empresas estatales poco eficientes y productivas que no pueden ofrecer salarios suficientes para cubrir las necesidades básicas de sus empleados. El salario estatal medio es de apenas 30 dólares mensuales.

“Quiero ver cambio y también continuidad. Cambio en la forma de hacer las cosas y continuidad en que sería bueno seguir con este sistema (socialista)”, comentó Richard Pérez, un vendedor de artesanías en la Vieja Habana.

Pero en Miami, los cubano-estadounidenses dijeron que no esperan demasiado del nuevo mandatario.

“Es un cambio cosmético”, manifestó Wilfredo Allen, un abogado de 66 años que salió de Cuba dos años después de la revolución de 1959. “La realidad es que Raúl Castro sigue controlando el Partido Comunista. Estamos muy lejos de tener una Cuba democrática”.

Tras relevar formalmente a Fidel en la presidencia en 2008, Raúl Castro lanzó una serie de reformas que ampliaron el sector privado a casi 600.000 personas, permitieron a los cubanos viajar y acceder a internet, se entregaron tierras en usufructo y normalizó el mercado de bienes raíces y carros entre otros.

El turismo se ha más que duplicado desde que Castro y el expresidente de Estados Unidos Barack Obama restablecieron las relaciones diplomáticas entre sus dos países en 2015, convirtiendo a la isla en el destino vacacional de casi cinco millones de visitantes al año, a pesar del retroceso en sus relaciones desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.

Las medidas de Castro para abrir la economía se congelaron o revirtieron en su mayoría tan pronto comenzaron a darse muestras de riqueza en la nueva clase empresarial de una nación que se enorgullece de la igualdad entre todos sus ciudadanos. La inversión extranjera sigue siendo escasa y el estado de las infraestructuras del país sigue empeorando. La esperanza de lograr la distensión total con Washington se esfumó con la elección de Trump y, tras dos décadas recibiendo subsidios de Venezuela por un total de más de 6.000 millones de dólares, el modelo económico cubano colapsó sin reemplazo a la vista.

La incapacidad o la falta de voluntad de Castro para solventar los problemas estructurales de Cuba con amplias y profundas reformas hace que muchos se pregunten cómo un dirigirá la nación en los próximos años un sucesor sin las credenciales de padre fundador de la Patria de Raúl.

“Quiero que el país avance”, dijo la profesora de economía Suset Calzado, de 62 años.

En el Departamento de Estado de Estados Unidos, la portavoz Heather Nauert, expresó su decepción por la cesión de poder señalando que los cubanos “no tienen poder real que afecte al resultado” de lo que calificó como “transición antidemocrática”.

Washington no descansará hasta que Cuba “tenga elecciones libres y justas, los prisioneros políticos sean liberados y el pueblo cubano sea finalmente libre”, dijo el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, en un tuit.

Díaz-Canel inició su carrera política en la provincia central de Villa Clara, donde fue primer secretario del Partido Comunista, un cargo equivalente al de gobernador. Allí, sus conciudadanos lo describen como un tecnócrata trabajador y con estilo de vida modesto, dedicado a mejorar los servicios públicos. En 2009 fue nombrado ministro de Educación Superior y desde ahí ascendió a la vicepresidencia del país.

En un video de una reunión del PPC que inexplicablemente se filtró a la opinión pública el año pasado, Díaz-Canel expresaba una serie de posturas ortodoxas que incluían las sombrías promesas de cerrar algunos medios independientes y señalar algunas embajadas europeas como puestos de subversión extranjera.

Pero también ha defendido a académicos y blogueros de las críticas de los conservadores, lo que llevó a algunos a describirlo como un potencial defensor de una mayor apertura en un sistema que no tolera prácticamente ninguna crítica ni disidencia.

Tanto los observadores internacionales como los cubanos analizarán cada uno de sus movimientos en los próximos días y semanas.

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