Tener dinero no es la clave para abrir la puerta de la felicidad, sino que para garantizar la buena salud. Y un nuevo estudio confirma eso.
Un grupo de investigadores de la Escuela de Medicina de la University Feinberg School de EEUU descubrieron que las personas que perdieron al menos el 75 por ciento de sus ahorros durante su edad media o avanzada aumentaron sus probabilidades de morir en al menos el 50 por ciento durante los siguientes 20 años.
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Los investigadores dicen que la pérdida financiera tiene un alto costo en la salud física y mental.
“Una pérdida repentina de riqueza puede conducir a que haya un deterioro significativo de salud mental y también dejar menos recursos monetarios para los gastos relacionados con la salud”, dice el informe.
Y agrega: “Con años limitados en la vejez para recuperar la riqueza perdida, las consecuencias para la salud de estos shocks de riqueza negativos pueden ser de larga duración”.
El estudio examinó datos longitudinales del Estudio de Salud y Jubilación, que fue iniciado por el Instituto Nacional Sobre el Envejecimiento de los Estados Unidos en 1992.
Estudiaron a 8714 participantes divididos en dos grupos: un grupo de personas que experimentaron una gran pérdida financiera y un grupo de personas de bajos ingresos que no tenían ninguna riqueza acumulada.
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Las crisis económicas también afectan
Según los resultados de las investigaciones, publicadas en The Journal of the American Medican Association (Jama), tener riqueza y perderla es casi tan malo para la esperanza de vida de las personas como nunca tener riqueza.
Estudios previos confirmaron que la crisis financiera, al igual que las recesiones globales, causa una depresión térmica corta, presión arterial alta y otros marcadores de enfermedades relacionadas con el estrés.
Pero ahora, los nuevos hallazgos muestran que las bancarrotas también tienen implicaciones devastadoras a largo plazo.
“Entre los adultos estadounidenses mayores de 51 años, la pérdida de riqueza durante 2 años se asoció con un mayor riesgo de mortalidad por cualquier causa. Se necesita más investigación para comprender mejor los posibles mecanismos para esta asociación y determinar si existe un valor potencial para las intervenciones dirigidas”, concluye el artículo.