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Parteras puertorriqueñas: una comunidad ancestral

Contrario a lo que se piensa de las parteras, estas son profesionales de la salud que se encuentran certificadas en más de 27 estados de la nación americana

Los nacimientos siempre fueron parte de la vida de la partera Rita Aparicio. Y es que desde pequeña Aparicio escuchaba cuentos acerca de los trabajos de parto que realizaban su tatarabuela, su bisabuela y abuela. Aparicio continuó con la tradición. Su oficio es la partería.

Cuando joven culminó sus estudios en premédica con miras de especializarse en la obstetricia sin saber que existían escuelas de partería como Birthingway College of Midwifery en el estado de Oregón y Santa Fe Midwifery en Nuevo México, en donde se formó como partera profesional certificada.

“Las parteras son profesionales de la salud, eso es lo primero que las personas tienen que empezar a entender, que las parteras son educadas y que se consideran profesionales”, afirmó Aparicio, quien mencionó que existen varios modelos de estudio para convertirse en partera.

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Entre estos modelos están el modelo personal, el modelo tradicional y la modalidad de enfermera-partera. A pesar de que estas maneras de estudiar la partería se acoplan a distintos modos de vida, pueden llegar a ser un problema para el oficio pues no permiten consolidarlo como un campo de estudio. Asimismo, no es necesario contar con estudios en salud, pero sí con ciertos cursos como anatomía y fisiología para ser partera.

Según Aparicio, a través del modelo personal se toman una serie de guías y destrezas para poder obtener la certificación de partera profesional otorgada por la North American Registry of Midwives (NARM, por sus siglas en inglés). A su vez, el modelo tradicional parte de la premisa de que todo alumbramiento es lo más natural y saludable que puede pasarle a una mujer.

“[En el modelo tradicional] la partera va creciendo una forma de pensar que parte de lo que sabemos, que todas las mujeres sabemos parir, y todo niño sabe cómo nacer, porque llevamos haciéndolo desde el origen de la humanidad”, señaló Aparicio.

Por el contrario, de acuerdo con Aparicio, el modelo médico se concentra en la posibilidad de riesgo, mirando el nacimiento desde la patología, donde casi siempre algo podría salir mal. Este modelo fomenta prácticas -desde parir acostada, someterse a múltiples sonogramas, hasta intervenciones como la inducción y cesáreas injustificadas- que no necesariamente deberían ser parte del proceso de embarazo.

 

“El médico es quién decide”

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que la tasa ideal de cesárea debe rondar entre un 10% y 15%. Según las últimas estadísticas disponibles, para el año 2010 el porcentaje de esta intervención en la Isla alcanzó un 46.3%, tres veces mayor que lo establecido por la OMS.

El proyecto del senado 363 para la creación de la Ley de Acceso a la Información de Estadísticas de Partos en Puerto Rico -radicado por el senador por acumulación del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) Juan Dalmau Ramírez- busca reducir el aumento de cesáreas a través de la divulgación de datos acerca de cuántos partos inducidos y vaginales se realizan, así como cuántas cesáreas se llevan a cabo y sus razones.

“No hay obligación por parte de las facilidades hospitalarias, de las clínicas de emergencias, clínicas de médicos ni clínicas de obstetricia a divulgar ninguna información mediante la cual usted sepa cuál es la causa de la cesárea”, apuntó el Senador, quien no cree que el porcentaje de cesáreas haya disminuido en los pasados años.

De acuerdo con Dalmau, existen múltiples inferencias sobre el alto porcentaje de cesáreas en el País. En algunos casos, estas intervenciones son provocadas tomando en cuenta la disponibilidad de salas de parto en los hospitales, así como las complicaciones que se puedan presentar en el parto vaginal.

Asimismo, el senador explicó que hay personas que señalan la existencia de ginecólogos obstetras que planifican sus agendas para realizar cesáreas o inducir un parto “en días que no le afecte, otros días de vacaciones y feriados”. Según una investigación de la Cámara de Representantes en el año 2015, el 68% de las cesáreas en la Isla fueron programadas para los lunes, martes o miércoles.

Lo más alarmante es que, según el proyecto, más de la mitad de las cesáreas realizadas no tienen ninguna justificación médica, y el 77% de las mujeres sometidas a esa cirugía nunca presentaron factores de riesgo en su embarazo.

“Si el médico está seguro que sus estadísticas responden a un criterio clínico, no deben tener miedo a que se divulguen porque podrá explicarle a la madre ‘Yo tengo tal porcentaje de cesáreas por estas razones’. Es decir, si [el médico] tiene una justificación clínica, no debe haber razón por la cual no quiera divulgar las estadísticas”, dijo Dalmau.

El proyecto permitirá a madres tomar decisiones informadas, abriendo paso para otro tipo de proyectos que puedan mejorar la calidad de vida de futuras madres. “Creo que este proyecto puede abrir la puerta para comenzar a romper con la cultura de no cuestionar los criterios médicos”, dijo el también abogado.

La enfermera partera: un modelo híbrido

Giselle Arroyo, enfermera partera, jugaba de niña con sus amigas, a quienes les realizaba supuestas cesáreas, pues en su casa no le explicaron cómo nacían los bebés. Con una rama, les hacía una marca en la barriga a sus compañeras de juego, por donde simulaba sacar a sus muñecas.

Arroyo siguió el modelo médico de la partería, terminando un bachillerato en enfermería y maestría con especialización en enfermería obstétrica partera. Aunque la partería no está regulada en Puerto Rico, la ley 254 de diciembre de 2015, que regula la práctica de las enfermeras, nombra a las enfermeras parteras como una práctica avanzada.

“Todavía no hay un reglamento establecido así que no podemos todavía llegar a los hospitales y trabajar en propiedad como enfermeras parteras. Si yo voy a trabajar en una sala de parto, no se me contrata bajo esa profesión, sino como una enfermera staff”, dijo la profesora de enfermería de la Universidad Interamericana en Bayamón, añadiendo que en Puerto Rico a mediados del siglo XX se habló de preparar a la partera tradicional en el ámbito médico.

En términos de diferencia, la enfermera partera tiene un grado subgraduado y una maestría, contrario a la partera que conocemos en Puerto Rico, que no hace estudios en términos de enfermería. A su vez, la enfermera partera está capacitada para realizar intervenciones como administrar sueros y realizar una sutura vaginal en caso de algún desgarre en el área pélvica.

Arroyo mencionó que, al presentar sus credenciales ante un obstetra, este se siente más confiado y más cómodo de continuar el cuidado prenatal de la embarazada y la familia, sabiendo que será un parto en el hogar. Según la profesora, a veces los obstetras no están de acuerdo con esta decisión, pero la respetan. “[Los obstetras] están en la disposición de ayudarnos en cualquier cosa. Mantenemos una comunicación de colaboración. Eso sí me ha abierto muchas puertas con muchos médicos a nivel isla”.

“[La madre es] una mujer preparada para su proceso, la partera [es una mujer] tranquila, confiada de lo que está haciendo y de lo que va a suceder…En términos del cuidado prenatal, neonatal, holístico, humano, la partera se convierte en parte de la familia, sin importar el grado académico tenga”, concluyó Arroyo.

 

Este reportaje fue desarrollado por estudiantes de periodismo de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras y se publica en Metro gracias a una colaboración con la institución académica.

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