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Cataluña y Puerto Rico: una mirada a los movimientos de independencia

Contrario a la lucha por la independencia de la isla, que ha ido en retroceso, el movimiento independentista catalán gana cada vez más fuerza

Comparar el movimiento de independencia de Cataluña con el de Puerto Rico puede sonar algo descabellado, sobretodo partiendo de la premisa de que son más las diferencias –sino sólo diferencias– que similitudes, lo que puede haber entre ambos. Uno en asenso, otro en descenso. Uno fortalecido, el otro debilitado. Pero observar algunos detalles tanto del movimiento independentista catalán como del puertorriqueño puede ayudar a entender, precisamente, no solamente el éxito de uno, también el precipicio sin fondo en que se encuentra el otro.  

“Una diferencia fundamental con la independencia de Puerto Rico es que el movimiento independentista en Cataluña ha demostrado en las urnas la fortaleza suficiente como para crecer. Es decir, en Cataluña los independentistas han gobernado, han ganado elecciones, han podido ir consolidando su poder político frente a España y eso obviamente en Puerto Rico es todo lo contrario con respecto del movimiento independentista”, explicó el profesor Ángel Rosa, catedrático del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Mayagüez.

En las pasadas elecciones generales de 2016, la candidatura a la gobernación por el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) obtuvo sólo un 2.13 % de los votos (33,729), según datos de la Comisión Estatal de Elecciones (CEE). En las elecciones de 2012, habían obtenido un 2.52 % (47.331) y en el 2008, un 2.04 % (39,590). 

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Más allá de los eventos de elecciones recientes, la historia –tanto de Cataluña como de Puerto Rico– han marcado de alguna manera el movimiento independentista de ambos en la actualidad. En el caso de Cataluña, el nacionalismo y deseo de independencia de al menos un gran número de la población catalana, ha estado presente desde hace sigles. 

“Cataluña como nación es anterior a España como Estado político, por lo tanto en Cataluña hay toda una tradición en la que esa región, que antes se llamaba el Condado de Barcelona, había disfrutado de una cierta independencia o una autonomía casi plena antes de que se organizaran los diferentes reinos que luego se vinieron a conocer como España”, indicó Rosa. 

Más temprano en la historia, según el profesor, con el derrumbe de la monarquía española a finales del siglo XIX, con la pérdida del imperio y luego el deterioro de las estructuras por razón de la crisis económica que la pérdida del imperio provocó en el siglo XX, en Cataluña inmediatamente se levantó otra vez una fuerza política para separar la región de España.

La Guerra Civil en el país en la década de 1930 exacerbó ese deseo, pero la victoria del movimiento nacional y la dictadura de casi 40 años en España suprimió el movimiento independentista, pero nunca lo eliminó. 

“Una vez desaparece la dictadura, se establecen las autonomías, la Constitución de 1978 y la pugna siempre ha sido de Cataluña por ir ganándole más poderes al gobierno español y la disputa siempre ha sido lo que Cataluña aporta como región a la riqueza del país, versus lo que recibe luego de que se reparte entre todas las regiones la riqueza completa de España”, apuntó Rosa. 

Así las cosas, el movimiento independentista catalán se ha venido intensificando, especialmente a partir de 2006, con la aprobación de un nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña por parte del gobierno de Cataluña –que nunca fue reconocido por el gobierno central– y la crisis económica de España a partir de 2008. Luego en las elecciones del Parlamento de Cataluña en septiembre de 2015, Junt pel sí, a favor de la independencia, obtuvo la mayoría de los escaños. Así la historia llega hasta el referéndum de independencia de Cataluña de 2017 — también conocido como 1-o — convocado por la Generalitat de Cataluña, aunque celebrado de forma ilegal luego de que fuera suspendido por el Tribunal Constitucional y no fuera reconocido por el gobierno central.

“Las condiciones en las que se da el referéndum catalán independientemente de la validez que se le asigne o no, se da en un momento en que Cataluña está bien económicamente, está próspero económicamente y uno de los argumentos principales que se monta es el que los catalanes aportan un montón a España y lo que reciben de vuelta no es suficiente, no es equiparable’”, explicó por su parte el profesor José Rivera, experto en Relaciones Internacionales y Política Exterior.

“Eso no es así aquí (en Puerto Rico), aquí estamos manipulando una fantasía alrededor de la cual mientras más mal estemos, más precario estemos económicamente, los americanos se van a apiadar de nosotros y automáticamente por compasión nos van a dar la estadidad y ese es el problema para cualquier estatus. Cualquier evolución política que vaya a tener Puerto Rico eventualmente se va a reducir a una cuestión de dólares y centavos”, añadió. 

En la isla, el movimiento nacionalista a favor de la independencia obtuvo mayor fuerza a partir de la década de 1930, durante la Gran Depresión, hasta la década de 1950. El movimiento fue perseguido y reprimido por las estructuras del gobierno norteamericano, explicó Rosa, y luego llegó la consolidación del movimiento autonomista y el triunfo del Partido Popular, más a tono con la geopolítica norteamericana del momento. 

“En los últimos 20 años, quizás un poquito más, el movimiento independentista, en la medida que pierde fuerza electoral, se ha ido disolviendo dentro del movimiento autonomista representando por el Partido Popular y en el Partido Popular el sector independentista ha dado creciendo”, indicó Rosa, añadiendo que ese crecimiento no ha sido suficiente como para que haya voluntad o consenso general a favor de la independencia en Puerto Rico. 

“Cataluña le plantea la independencia a España, mientras que en Puerto Rico se le plantea la anexión o la autonomía a los Estados Unidos, es un panorama totalmente distinto”, apuntó Rosa. 

El “dependentismo” boricua

En Puerto Rico se ha ido intensificando el movimiento a favor del anexionismo con los Estados Unidos, al tiempo que el independentismo se debilita. La historia de Puerto Rico como colonia ha influenciado el pensamiento político hasta la actualidad. Rivera lo explicó utilizando  el término  “dependentismo”. 

“Evidentemente la dependencia o la cultura de dependencia que se ha formulado a partir de la década del 1950 y las transferencias federales, la enorme dependencia que tienen muchos de los recipientes de estas ayudas federales vinculan una cosa con la otra y eso contribuye a la merma del apoyo a la independencia de Puerto Rico”, apuntó el profesor de la Universidad del Sagrado Corazón y la Universidad del Este.

De acuerdo a Rivera, las posibilidades de que Cataluña sea independiente comparadas con las de Puerto Rico son mucho mayores, aunque no cree que veamos una república catalana eventualmente. Eso, según dijo, dependerá de cómo y de qué manera el gobierno central gobernará directamente Cataluña desde Madrid y de la convocatoria a las nuevas elecciones. 

“Si hubiese alguna oportunidad de que Cataluña fuera independiente, evidentemente ellos están en un mejor momento y en un mejor posicionamiento comparado con Puerto Rico”, dijo Rivera. 

También es una cuestión de cultura política. Según Rivera, Cataluña posee una cultura política y ciudadana mucho más  desarrollada, en comparación con Puerto Rico. 

“En Cataluña, claro que el ciudadano está mucho más informado, claro que el ciudadano está mucho más consciente políticamente no solamente de sus propias capacidades como individuo, como colectivo, sino también de las mismas capacidades de Cataluña como país independiente, por más caótico que pueda ser ese periodo inicial, si es que acceden a la independencia”, explicó. 

Además, Rivera señaló la falta de un argumento convincente que los independentista puedan utilizar para convencer a la gente de que los apoye.

“El movimiento independentista en este país es geriátrico, es arrogante intelectualmente y también se montan en un caballo de superioridad moral que es lo que los hace desagradable. Además, son dogmáticos y se apropian de una definición del puertorriqueño que en momentos de hibridez y relatividad cultural no es apetecible”, apuntó el profesor.

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