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Carnaval de Río se convierte en fiesta callejera 'lowcost'

Los turistas están más interesados en las fiestas callejeras gratuitas

RÍO DE JANEIRO — El Carnaval más famoso de Brasil, que en su día era una fiesta de lujo y glamur, está cada vez más dominado por una marea de ahorradores turistas más interesados en las fiestas callejeras gratuitas que en los caros desfiles de las escuelas de samba.

Los cariocas, como se conoce popularmente a los residentes de Río de Janeiro, y los turistas solían invertir grandes cantidades de dinero en boletos para los desfiles de Carnaval y en disfraces. Pero la crisis económica que asfixia a la mayor nación de Latinoamérica y el incremento de los “blocos” o fiestas callejeras está cambiando la naturaleza de la celebración.
La agencia de turismo de Río espera que una cuarta parte de todos los que visiten la ciudad estos días gasten menos de 100 dólares diarios, frente al 12% del año pasado.

“Tenemos millones de personas dispuestas a salir a la calle para los modernos y gratuitos blocos, mientras que los desfiles de las escuelas de samba quedaron congelados en el tiempo y se han convertido en algo muy caro”, dijo Luiz Antonio Simas, historiador del Carnaval. “Para los turistas que quieren gastar poco, es una elección obvia”.

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Según las previsiones, la agencia de turismo de Río espera 1,5 millones de turistas entre el viernes y el martes, casi 500.000 personas más que en 2017. Pero los ingresos de la ciudad durante el Carnaval serán aproximadamente los mismos que entonces, en torno a los 1.000 millones de dólares.

Es poco probable que la mayoría de los visitantes asistan a los desfiles que las escuelas que las escuelas de samba tradicionales llevan preparando todo el año. En su lugar, celebrarán con miles de personas más en algunos de los 600 blocos que se estima se organizarán. En 2007, durante la época de bonanza de la economía brasileña, el Carnaval de Río tenía apenas 300 de esas fiestas en la calle.

Las autoridades y los negocios de Río están cambiando también sus prioridades, acercándose a la calle y alejándose del Sambódromo, el recinto que sirve de escenario a las escuelas de samba.

El alcalde Marcelo Crivella recortó en más de 1,5 millones de dólares la partida destinada a los desfiles _ lo que supone casi la mitad del presupuesto de algunas escuelas _ e incrementó el número de sanitarios portátiles en las calles en varios miles, hasta 32.560 unidades. Por primera vez, se movilizará a más de 3.000 guardas de seguridad privados, la mayoría para proteger las fiestas al aire libre.

Gran parte del interés que despiertan los blocos se debe a la variedad de su temática. Se puede acudir con cualquier disfraz, o incluso sin ninguno, y los asistentes pueden elegir en base a su gusto musical o ubicación.

Las fiestas callejeras son gratuitas, o muy baratas, y los participantes gastan lo que quieren en comida y bebida a la venta.

La experiencia en el Sambódromo, donde las principales escuelas desfilan hasta altas horas de la madrugada en dos noches consecutivas, data de 1932. Los asistentes pueden escuchar a algunos de los mejores percusionistas del mundo mientras observan el paso de enormes y vistosas carrozas mientras los participantes, algunos de ellos con muy poca ropa, cantan y bailan a ritmo de samba.

El desfile intentó llamar la atención de los visitantes low-cost con alrededor de 14.000 boletos a solo tres dólares. Pero estas entradas se agotaron pronto y no están cerca de las mejores partes del recorrido. Los tickets más caros rondan los 2.000 dólares.

El director financiero del desfile, Heron Schneider, señaló que vender entradas más baratas no hará que el evento sea más accesible, porque los revendedores se apresurarán a comprarlas para colocarlas después a un precio más alto. Los turistas de bajo costo pueden encontrar buenas oportunidades para entrar al Sambódromo si de verdad quieren hacerlo, añadió.

“No veo un conflicto entre el desfile y los blocos. Se puede ir a ambos”, dijo Schneider. “Son diferentes en su naturaleza. Lo nuestro es un espectáculo y una competencia por la que hay que pagar. No es pura diversión”.

Rita Fernandes, directora de la asociación de fiestas callejeras de Río, apuntó que los grupos que las organizan atraviesan problemas a pesar de la cantidad de gente que acude a ellas. Los blocos necesitan financiación pública y encontrar patrocinadores, señaló.

“Para seguir haciendo que los turistas vengan, las fiestas en la calle también necesitan dinero”, dijo. “Hoy en día no recibimos nada para mejorar la experiencia de la gente”.

La asociación hotelera de la ciudad espera una ocupación del 85% durante estos días, más que hace un par de años pero lejos todavía del lleno total de los buenos tiempos.

Muchos de los turistas de bajo costo en Río llegan desde el vecino estado de Sao Paulo, el más poblado del país.

El productor de televisión Rodrigo Rodrigues, de 35 años, es uno de los que no pisará el Sambódromo ni los hoteles caros. Viajará seis horas en autocar hasta Río, se alojará en el pequeño departamento de un primo lejos de las playas y cocinará su propia comida.

“Las fiestas callejeras es donde estarán las mujeres guapas”, dijo. “Ver (a las escuelas) desfilar por el Sambódromo no es el tipo de Carnaval que quiero, aunque pudiese permitírmelo”.

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