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La actriz estadounidense que escapó de un matrimonio nazi y se convirtió en precursora del Wi-Fi

Esta actriz rompió las cadenas de un matrimonio que la oprimía y luchó por dejar un gran legado.

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La actriz de cine Hedwig Eva María Kiesler, quien nació en Viena pero fue naturalizada como estadounidense, es recordada por un hecho histórico, pero antes de eso, vivió un momento muy difícil en su vida cuando el magnate austríaco Friedrich Mandl, fabricante de armas, nazi desde los primeros discursos de Hitler, enloqueció con su belleza, y ella tuvo que casarse con él obligada, por un matrimonio pactado entre el hombre y sus padres.

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Los Kiesler, previendo la brutal tormenta de sangre y muerte que se avecinaba contra el pueblo judío, se secularizaron: pasaron de la esfera religiosa a la no religiosa. Conversión que les salvaría la vida.

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Friedrich, de familia católica, proveedor de municiones, aviones de combate y sistemas de guías de precisión de armas para Hitler y Mussolini, era un tirano que esclavizó a Hedwig desde el primer día. La obligó a acompañarlo en tediosas comidas y viajes de negocios, y a vivir encerrada.

Mucho después ella reveló en público:

“Sólo podía bañarme o desnudarme delante de él”

Pero la astucia de Hedwig pudo más. Preparó un plan de fuga digno de un guión de cine. Una noche, ausente su esposo, puso un somnífero en el té de su asistente, se vistió con sus ropas, montó en bicicleta, llegó a la estación de tren, y tomó un expreso a París.

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De París pasó a Londres, y allí conoció a Louis B. Mayer, uno de los zares de la MGM, que estaba a punto de tomar un barco hacia los Estados Unidos.

Sin una libra en la cartera, vendió algunas joyas que rescató en su fuga y compró un pasaje en el mismo barco.

La carrera de Hedy no fue larga: treinta películas en dos décadas: 1938 a 1958. Directores importantes (King Vidor, Victor Fleming, Jean Negulesco, César B. DeMille). Sin embargo, fueron suficientes para que, hasta hoy, figure entre las cinco más bellas de la historia del cine.

Inventora por vocación casi desde niña y alentada por sus estudios de ingeniería, durante sus años junto al nazi Mandl tomó notas acerca de armas, balística, sistemas de comunicación cifrados, nuevas tecnologías militares, intercepciones, y como una espía amateur, en plena guerra, le entregó al gobierno de los Estados Unidos, ya era ciudadana americana, toda la información confidencial que poseía.

Al mismo tiempo, descubrió que el éxito letal de los submarinos alemanes contra los buques aliados se debía a una secuencia mecánica y secreta que los guiaba, y acompañada por su amigo, el compositor de música George Antheil, creó a partir de dos tambores perforados y sincronizados (como las viejas pianolas automáticas), un sistema de salto de hasta 88 frecuencias para interferir los torpedos alemanes y construir otros teledirigidos por radio e imposibles de detectar.

La invención fue aceptada y patentada bajo el número 2.292.387 a nombre de H.K. Markey (Hedwing Kiesler, y Markey por su segundo marido en ese momento), y George Antheil.

Recién en 1957, la empresa Sylvania Electronics pasó ese sistema de mecánico a electrónico.

Se usó por primera vez (oficialmente) en 1962: la crisis de los misiles soviéticos en Cuba. Misión: control remoto de boyas marinas rastreadoras.

Luego se usó, en la guerra de Vietnam, y en el Milstar (sistema norteamericano de defensa por satélite. Y desde 1980 en adelante, con la irrupción masiva de la tecnología digital, el invento de Hedy Lamarr de conmutación de frecuencias, believe it or not… ¡le abrió las puertas a las redes inalámbricas! WI–FI, Bluetooth, ZigBee, y otros.

Sin duda una mujer que fue una leyenda y dejó un gran legado.

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