Si para un adulto las consecuencias de un fenómeno natural traen frustraciones, imagine lo aterrador que puede ser para un niño.
En medio de esos traumas que enfrentaban los niños de la comunidad del residencial Covadonga en Trujillo Alto tras encarar el azote de su primer huracán, de nombre María, uno de los maestros de la escuela que acoge a la mayoría de estos menores -y ubica a pasos del complejo de vivienda- decidió hacer la diferencia.
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Días después de que pasara por la isla uno de los huracanes más devastadores en años, Carlos Jomar Rodríguez Cintrón, abrió su libreta y creó una iniciativa para ofrecer clases a los niños que diariamente veía antes de la emergencia.
“Mis estudiantes se estaban viendo afectados en estar tanto tiempo sin ir a la escuela y que les hablaran sobre el proceso adecuadamente, es entonces cuando empiezo a escribir un plan y lo expongo a mis compañeros maestros y comenzamos a dar clases”, dijo el maestro de educación especial de la escuela elemental Nuestra Señora de Covadonga sobre el esfuerzo que lleva por nombre “Que no falte el pan de la enseñanza”.
Inicialmente, como la escuela quedó afectada, ofrecieron las clases en el centro comunal del residencial en coordinación con la líder comunitaria María Rodríguez. Después, se movieron a la escuela donde participa la facultad junto a la directora Annette Llanos Algarín.
Como parte de la iniciativa, en la que se les ofrece almuerzo, tocan temas sobre fauna y flora, positivismo, familias, comunidad, pero a la vez se refuerzan destrezas sobre español, inglés, matemáticas y ciencias. Carteles, pinturas y dibujos que han creado durante la emergencia decoran ahora las paredes del plantel.
“Todos los maestros han puesto de su granito de arena y así desarrollar ideas creativas para que los nenes puedan desarrollar dibujos, manualidades, tenemos hasta una zona activa”, explicó Rodríguez Cintrón quien recibe alumnos de kínder hasta quinto grado.