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Equipo de fútbol trans busca vencer prejuicios

Un joven tatuador amante del futbol se sentía incómodo dentro de las canchas

fut trans

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Daniel Viana, un joven tatuador amante del fútbol, convivió toda su vida con un dilema. Como transgénero se sentía incómodo dentro de una cancha jugando con mujeres y al mismo tiempo no era aceptado entre hombres.

Ahora, con la pelota en los pies, corre con entusiasmo hacia el arco. Lo rodea un grupo de diez jugadores iguales a él y bajo un sol rajante en Madureira, zona norte de Río de Janeiro, entrenan con un objetivo que excede lo deportivo.

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En un país hostil hacia la población LGBT, un fallo del Supremo Tribunal genera esperanzas pese al contexto adverso, profundizado tras la elección del presidente Jair Bolsonaro, quien alienta una pauta conservadora. Los magistrados tipificarán el jueves la homofobia como un delito semejante al racismo. Al calor de esta decisión, Bigtboys, un equipo de fútbol recién formado por hombres transgénero, espera concretar su sueño: gambetear los preconceptos y vencer la discriminación en la nación más grande de América Latina.

“Acá adentro somos todos una familia, iguales, y no hay ningún prejuicio”, dice Viana. “Este equipo trae fuerza para mostrar que existimos”.

En Brasil no hay cifras oficiales que permitan constatar la violencia contra su comunidad y sólo se tienen datos de las denuncias recibidas por el Ministerio de Derechos Humanos: en 2018 hubo 138 víctimas fatales de personas LGBT, pero algunas organizaciones de transexuales y gays manejan cifras superiores a los 300 asesinatos.

A nivel internacional ocurre algo similar. Más allá del panorama ofrecido por algunas ONG, no hay instituciones que tengan datos claros sobre la población transgénero mundial y por ende tampoco hay una tasa de homicidios. Sin embargo, de acuerdo con la ONG Transgender Europe, Brasil es uno de los países donde más mueren en el mundo por crímenes considerados de odio: entre octubre de 2017 y septiembre de 2018, lideró el número de asesinatos en el globo (167) por encima de México (71), Estados Unidos (21) y Colombia (21).

Brasil es muy conocido por su carnaval, su faceta más liberal, pero el país también mantiene raíces conservadoras. La homosexualidad es un asunto que incomoda todavía a un importante sector.

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En 2014, un año después de que la justicia habilitara el matrimonio entre personas del mismo sexo, la cadena de televisión Globo transmitió por primera vez un beso gay en una telenovela. El hecho fue considerado un suceso nacional. Mientras militantes gays celebraron la escena como si se tratase de un triunfo en la Copa del Mundo, sectores conservadores accionaron contra el canal en la justicia y organizaron escraches frente a las oficinas de Globo en Río de Janeiro.

Pese a los embates, todavía no existe una ley que defienda a la comunidad homosexual. El fallo del Supremo Tribunal ocupará el “vacío” legal por el que muchas organizaciones han reclamado en los últimos años. Una mayoría formada por seis magistrados ya se pronunció al respecto y aunque aún resta que cinco de los once miembros del tribunal emitan sus votos, el resultado no cambiará.

En paralelo, el Senado discute un proyecto de ley que criminaliza la discriminación por orientación sexual en la misma dirección que el fallo aunque el proyecto estipula una relativa inmunidad a los ámbitos religiosos. Es decir, pastores y sacerdotes podrán predicar contra la homosexualidad o calificarla como un pecado. Además impide la demostración de afecto en los templos.

Bolsonaro no ocultó su disgusto con la decisión de la Corte. Dijo que los jueces estaban superando sus atribuciones al legislar y sugirió que Brasil está en momento de nombrar un juez evangélico para generar un contrapeso. El presidente podría indicar a un nuevo magistrado en 2019, cuando se abrirá una vacante por el retiro de uno de los miembros por jubilación, y luego el Senado debería aprobarlo. Bolsonaro ha dicho que la primera vacante será ofrecida al actual ministro de Justicia y exjuez del Lava Jato, Sergio Moro.

El mandatario tiene un historial de comentarios ofensivos hacia los homosexuales. Cuando era diputado, dijo que prefería que un hijo gay suyo estuviera muerto antes que verlo besándose con otro hombre.

Esa ofensa le suena familiar a Viana, quien vivió el desprecio de sus padres.

Cuando en los registros oficiales todavía aparecía como Danielle y su género era femenino, atravesó momentos muy “dolorosos”.

Con quince años, al revelarse como hombre, fue rechazado por su familia. Con sólo dos bolsas vivió en la calle durante un tiempo y allí sufrió una violación, lo que derivó en un embarazo, y abortó. Con el tiempo, el deporte y el apoyo de su novia, ha empezado a cicatrizar esa herida.

“El fútbol me ayuda a mirar hacia adelante. Acá miro a los otros chicos y puedo decir que son mis amigos, y el creador del equipo nos mostró que podemos ir hacia adelante y superar los obstáculos”, dice.

Sin embargo, no todo ha sido superado. El joven confiesa que hasta tres meses solía realizarse cortes en los brazos y que una evaluación médica lo califica como potencialmente “suicida”.

Según Mariana Farias de Souza, profesora y novia de Daniel, la formación del equipo “es refregar en la cara de la sociedad lo que muchos no quieren que se vea. Estos jóvenes muestran que no son diferentes a ninguna persona ni incapaces de nada”. Desde hace tres meses viven juntos en una casa al oeste de Río.

Para Cristian Lins, fotoperiodista y fundador de Bigtboys, el equipo es un motivo de orgullo aunque a la vez es un desafío levantar una bandera en momentos en que muchos LGBT se sienten amenazados por el Estado.

“Cambió el gobierno y las puertas comenzaron a cerrarse. Muchos están sin salir de sus casas, amenazados y con problemas. Acá muchos que no tenían espacio llegan, relatan sus problemas, se abren a contar sus historias y están felices porque es un equipo de iguales”.

La felicidad desbordó el campo en el primer partido de los Bigtboys. Pese a que perdieron con un equipo gay, el primer y único gol propio fue celebrado como si se tratase de un campeonato.

Ahora se preparan para su segundo desafío. A fin de mes jugarán contra un equipo trans de Sao Paulo. El uniforme ya está diseñado: será blanco, rosa y celeste, los colores de la comunidad transgénero.

Más allá del segundo duelo, algunos como Robert Ismerim de Souza sueñan con llegar más lejos, de gira por el mundo y como parte de la Confederación Brasileña de Fútbol.

En la región existen algunos países que cuentan con selecciones de fútbol gay e incluso periódicamente se celebra un Mundial. No obstante, no se conocen muchos casos de equipos conformados por hombres trans.

El contexto ayuda soñar. Ismerim vio una señal positiva y celebró el fallo de la Corte. “No es que ahora no sienta miedo, pero por lo menos sé que el Estado está a nuestro favor. Podremos vivir, antes sólo sobrevivíamos”.

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El joven de 26 años, quien entrena con precaución tras haber pasado recientemente por una intervención quirúrgica para retirarse las mamas, dice que en los dos meses que el equipo lleva entrenando ya asomó su principal virtud: la garra.

“Muchas personas piensan que los trans somos frágiles, muñecos o personas transformadas estéticamente”, explica. “Estamos en la oscuridad, pero nosotros tenemos muchas ganas de mostrar que existimos, que estamos acá para vencer y que queremos ocupar nuevos espacios”.

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