El Jíbaro se fue a la tumba con el Oso Blanco en el pecho

El documental Oso Blanco te hará cuestionarte el proceso penal de Puerto Rico, apreciar tu libertad y ver lo importante de las pequeñas cosas de la vida.

Los cineastas Christian Suau y Ramiro Millán conocen, como la palma de sus manos, la historia de uno de los presos que más tiempo pasó tras las rejas de nuestro sistema: Ángel L. Feliciano Hernández, El Jíbaro.

Por gajes del oficio, estos directores llegaron a la prisión Oso Blanco en 2004, y fue ahí donde se encontraron con la imagen de El Jíbaro, junto con el guardia correcional Flores, quien llevaba las llaves de las celdas por 20 años, “sentados, viendo televisión, fumándose un cigarrillo, normal…”, dijo Suau.

Por medio del documental, que se estrenará este jueves en las salas de Fine Arts, la audiencia será testigo de la relación de amistad genuina que hay entre ambos personajes. Sin embargo, no voy a contarte la historia, pues, cuando la veas, sabrás de qué estoy hablando.

Sin embargo, no puedo dejar de hablar de la amistad y respeto absoluto que muestran estos dos boricuas al hablar de El Jíbaro.

Al preguntarles qué aprendieron de este personaje, a ambos se les ilumina el rostro y da la sensación de que las palabras no son suficientes para expresarlo.

“El Jíbaro siempre fue bien buena persona con nosotros. Los errores que cometió en el pasado, pues… Yo lo que conocí fue un ser humano bien noble, bueno, solo y con muchas ganas de, aunque fueran uno o dos años, vivir afuera”, dijo Christian Suau.

“Este señor nunca bebió, no tenía vicios de drogas, era un tipo fuerte, pero no era el cliché del preso. Este señor, cuando era joven, cometió su crimen y le tocó estar preso por cincuenta años… Yo, personalmente, diría  que tener a alguien 50 años preso no se puede. ¿Pa’ qué tanto tiempo?”, añadió Ramiro Millán.

Christian explicó que el protagonista pasó 4 años, 8 meses y 17 días en un calabozo encerrado y desnudo, donde hacía todas sus necesidades, comía, dormía y “te echan un manguerazo dos o tres veces a la semana. Donald Rambao, productor de City of God, nos explicó que, cuando estás tanto tiempo solo en la oscuridad, te vuelves loco como un animal o te coviertes en una memoria fotográfica”, lo que explica el hecho de que El Jíbaro era como un libro de historia. “Sus primeros 15 años de vida él se los memorizó cada segundo, con olores, colores, texturas, caras…”.

El documental se volvió algo tan personal para Suau y Ramiro que, de la mano del abogado Fermín Arraiza y el guardia correcional Flores, consiguieron marcar la historia y conseguir la liberación de El Jíbaro.

Salió en 2008 a los 65 años, “y lo llevamos a Ponderosa, donde dijo que más nunca iba a comer pollo, más nunca en su vida”, aseguró Christian entre risas.

El Jíbaro regresó con su familia a Añasco, en donde pidió un minuto de silencio para “enterrar al preso. El Jíbaro ya murió y ahora sale Ángel Feliciano; revivió”, describió Suau.

Finalmente, Feliciano vivió lo más plenamente que pudo hasta el año 2012, cuando murió, pero antes de morir  “su único request fue que lo enterraran con el DVD del documental y una foto de todo el crew”, añadió Christian mientras Ramiro tenía una expresión de estar recordando a su amigo, El Jíbaro.

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