El tema de la migración está en boca de todos ante las desgarradoras escenas que están observándose en Estados Unidos por la separación de familias que entran ilegalmente en ese país. Ayer Trump, en medio de la presión mundial, firmó una orden que mantiene la “cero tolerancia” a la inmigración ilegal.
En Puerto Rico, hemos manejado también el tema de la migración, en tiempos recientes con más intensidad, ante la crítica situación económica que enfrenta el país. Hace varias décadas, aquí se combatía la inmigración ilegal de hermanos dominicanos que llegaban a nuestras costas para buscar “la visa para un sueño”. Desde hace unos años, buscamos la forma de parar la emigración de puertorriqueños que se van hacia el norte y también a la República Dominicana porque no encuentran en esta isla las oportunidades que necesitan para sobrevivir. La búsqueda de opciones no ha sido exitosa.
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Ayer el Instituto de Estadísticas publicó datos reveladores sobre el perfil del migrante del año 2016, cuando no habían pasado por nuestro territorio los huracanes y los políticos vendían sueños en las campañas electorales. Del informe surge que durante ese año se fueron del país tres mil personas más que el año anterior, 2015. Fueron 67 mil las personas que emigraron. Pero los datos son más alarmantes. La edad promedio del emigrante era de 29 años, y 24 mil de los que se fueron a estados norteamericanos tenían grados postsecundarios. Hay aun más. En el periodo de 12 años, entre 2005 y 2016, en términos netos, 524 mil personas emigraron a los Estados Unidos. Todo esto previo a los huracanes que nos destrozaron.
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Planteo esto porque hoy nuestros legisladores debaten si aprobar o no medidas ordenadas por la Junta Fiscal que prometen, sin mayores estudios, un impulso al desarrollo económico. Anterior a la Ley 80, fue la ley de cierre y le antecedieron otras tantas medidas legislativas. En el cuatrienio pasado trataron de impulsar las PYMES, los start ups y el emprendimiento. Anterior a ello tuvimos desalojos militares en extensos terrenos de Vieques y Ceiba, que todavía no sabemos que hacer con ellos. Nuestros Gobiernos parecerían seguir tapando parchos sin articular un proyecto abarcador de desarrollo económico que realmente signifique un impulso a nuestra economía.
El wake up call no han sido los huracanes, como muchos piensan. Ya desde mucho antes, los puertorriqueños se han estado marchando porque, independientemente de las administraciones de turno, no ven aquí un porvenir para ellos como individuos o para sus familias. Quitar la Ley 80 o enmendar la Ley 100, como analizarán hoy los senadores del PNP, no representa una esperanza para los migrantes o para los que consideran esa opción en el futuro cercano. Se necesita un proyecto de país que no parece estar por ninguna parte desde hace años, y así lo demuestran los datos provistos ayer por el Instituto de Estadísticas.
La crisis que enfrenta Washington por los inmigrantes mexicanos ocurre también con puertorriqueños que viven aun en moteles de la Florida o en casas de familiares. Y antes de los huracanes, con aquellos que se fueron y hacen allá lo que evitaron hacer acá. No necesitaron cruzar un río ilegalmente porque nuestra condición política provee para esa válvula de escape sin mayores tensiones. Sin embargo, la situación será más crítica aquí y allá, entre ellos, si nuestra economía no encuentra pronto una inyección real y permanente.