Luego de pasar un mes, tras el despiadado castigo del huracán María, nuestra isla sigue, poco a poco, intentando ponerse de pie. Sin embargo, la magnitud del fenómeno atmosférico fue tan grande que a estas alturas se mantiene cierto nivel de desinformación por la falta de comunicación entre la zona metropolitana y el resto de la isla.
Ya pasamos las largas filas para obtener combustible. La logística del despacho de diésel dejó de ser noticia hace unos días, aunque aún sigue teniendo una alta demanda. Continuamos sin el servicio energético de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) en cerca de un 80 % de la población, y la distribución de alimentos también sigue siendo material de discusión en cuanto a lo asertivo de la logística.
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Luego del terremoto y tsunami en Japón en 2011, veíamos las imágenes de los japoneses haciendo sus filas, esperando sus turnos para obtener alimentos y provisiones, con su calma. Recuerdo que en ese entonces muchos indicaban que si fuese en Puerto Rico, ese civismo japonés, propio de su avanzada cultura, no lo veríamos aquí. Se decía que un escenario como ese, en nuestra isla, hubiese provocado poca tolerancia, peleas, agresiones, etc.
Bueno, llegó el huracán y no hubo esquina que no fuera afectada de forma directa y sin misericordia. Fuertes vientos, potentes ráfagas, mucha lluvia, inundaciones, deslizamientos. Esas primeras tres semanas fueron sumamente difíciles. Nuestra isla no había vivido algo similar en tiempos modernos. El 100 % de la isla sin luz por varios días, gran parte sin agua potable, sin comunicación, casi sin hospitales. Cuando las pocas provisiones que habían guardado los ciudadanos comenzaban a agotarse, las autoridades aún asimilaban la situación tratando de desarrollar una logística asertiva. Es complicado “arrancar del saque” eficazmente, con poco errores, cuando hablamos de la coordinación de miles de funcionarios, que también asimilaban lo ocurrido, probablemente, desde sus experiencias personales.
Fue tema de discusión lo que muchos consideran una respuesta tardía del Gobierno federal, que aún manejaba los estragos de Harvey, en Texas y Louisiana, e Irma en las Islas Vírgenes estadounidenses y el estado de la Florida. Corrían por los medios de comunicación los visuales y denuncias de alimentos almacenados y agua en paletas que no llegaban a la ciudadanía, falta de combustible, de dinero en efectivo, supermercados cerrados, etc. Era la tormenta perfecta para que sucediera lo contrario a lo ocurrido en Japón. Sí hubo, y aún hay, desesperación, pero en términos generales, el pueblo ha mantenido cierto nivel de calma, lo que demuestra un nivel de madurez.
La semana pasada vimos al gobernador Ricardo Rosselló y al presidente del Partido Popular Democrático, Héctor Ferrer, reflejar esa madurez: pensar primero que somos puertorriqueños y que nos debemos dar la mano, sobre todo, en las malas. Ferrer pudo haber pensado en cómo aprovechar las fallas que pudo haber cometido el Gobierno para sacarle ventaja política. No obstante, utilizar esta tragedia en los medios para entrar en controversias con el primer mandatario, el Gobierno estadounidense, con alcaldes o cualquier otra persona, solo serviría para provocar animosidad y levantar pasiones conflictivas, en fin, cosas que realmente no necesitamos en estos momentos. Por eso, un junte como ese, puede ser positivo ante los ojos del pueblo.
Estando en NotiUno 630, 10 días después del azote del huracán, tuvimos la oportunidad organizar y llevar, junto con Fundación Dorada y La Rosa del Monte, dos camiones de provisiones al refugio y una égida de Jayuya, la montaña, que muchas veces se queda para lo último. Allí se nos acercaban ciudadanos ajenos a esos dos lugares solicitando ayuda, y se les dio. En ningún momento nos sentimos amenazados. Los reclamos no eran hostiles, todo lo contrario. Luego de eso, he podido ver al periódico Metro, organizaciones como #YoNoMeQuito y a WAPA TV asistir a diversos pueblos llevando alimentos, ayudando a la gente. Por lo menos, de lo que he visto, todo en orden, los ciudadanos agradeciendo la ayuda con lágrimas en sus ojos. Como en todo, pueden haber ocurrido situaciones distintas en algún otro lugar, pero mi punto es que no ha sido la norma.
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¡De eso se trata! Vivimos en una isla y nosotros mismos somos el llamado first response. Puede llegar la ayuda de afuera, pero en lo que eso ocurre, somos nosotros mismos los que le tendemos la mano al que tiene sus dos rodillas en el suelo para que se levante. De eso hemos estado hechos desde el 20 de septiembre pasado, y lo más importante, de eso debemos seguir estando hechos.
Tenemos una gran oportunidad de hacer grandes cambios tras el paso del huracán, y el más importante es el social. Mantener esa actitud de ayudarnos a nosotros mismos y evitar que la tentación de la política partidista afecte nuestro sentido de unidad, ese que tenemos ahora mismo. Si lo logramos, vamos a mostrar de qué realmente estamos hechos.