Una vez más escucho a una figura pública insistir en que tiene todo el derecho del mundo de mantener su vida privada absoluta y totalmente alejada de la palestra pública. Y, nuevamente, es momento de comentar sobre este tema tan discutido y controversial, sobre todo desde el punto de vista periodístico.
Para comenzar, esta persona que aboga por su derecho a reservarse todo hecho o detalle de su vida íntima tiene toda la razón, legal y moralmente… Sin embargo, cuando la escuché y cuando oigo expresiones similares, no puedo más que pensar que se trata de un atrevimiento y aspiración a contar con lo mejor de los dos mundos: la fama, el reconocimiento que conlleva la exposición pública y, al mismo tiempo, contar con el lujo que tiene el resto de los mortales cuyas vidas no son de interés general.
¡Y digo más! De verdad que no entiendo cuál es el show al decir: “Yo no hablo de mi vida privada; mis asuntos íntimos no tienen que interesarle a nadie; la gente solo tiene que enfocarse en mi talento y lo que le pueda ofrecer; ¡que no se metan en mi vida!”, cuando muchos de ellos son fanáticos —por no decir adictos— a las redes sociales y lo único que les falta es anunciar cuándo van al baño… ¡¿Entonces?! Que me hagan un mapa porque no entiendo…
Por otro lado, dejo claro que no soy —y nunca he sido— partidaria del periodismo morboso y muchas veces ofensivo que interviene e interfiere con eventos o sucesos que en cualquier liga son una falta de respeto e invasión a la privacidad de cualquier ser humano, escudado tras la consigna de que “las figuras públicas se deben a sus seguidores y tienen derecho a conocer sobre su vida pues los consideran seres cercanos a ellos”. En lo personal, cuando veo que van por esa línea, cambio el televisor, la emisora de radio o paro de leer la nota “periodística”; me da vergüenza ajena…
Así las cosas, todo en su justa medida. Durante años me tocó y me sigue correspondiendo llevarle al público información relacionada con todo tipo de figura reconocida. Y todo está en la justa medida entre llevarle al público aquello que entienden tienen derecho a conocer y el respeto, en todo el sentido de la palabra. La línea es fina, pero existe.
Por otro lado, la nueva apertura de los Tribunales y el que situaciones personales de ciudadanos —públicos o comunes— se vean expuestos ante millones de televidentes es algo que todos tenemos que aceptar y acostumbrarnos. Las consignas y el discurso tendrán que ser otros…
Finalmente, insisto: la comunicación abierta, sincera, cordial y directa (a través de las redes sociales) o indirecta mediante medios de comunicación no le resta credibilidad, arraigo ni “magia” a ninguno de ellos. Por el contrario, le añade; ofrece cercanía y familiaridad, lo que se traduce en el deseo de seguir sus carreras, opiniones, trabajos, hazañas, etc. Compartir comentarios sobre sus amores, decepciones, hijos, mascotas, gustos y opiniones sobre todo lo que ocurre en el mundo, cualquiera que sea el medio, los acerca más a su público. ¡Pero bendito sea Dios!… Si son los primeros en publicar el más mínimo detalle, no se quejen después. Todo es bueno en la justa medida. Al que le caiga el sayo que se lo ponga…