La democracia es más que un sistema electoral: es una forma de vida, un pacto moral entre el pueblo y sus instituciones. Es la convicción de que cada ciudadano tiene un valor intrínseco, una voz que cuenta y un derecho inalienable a participar en las decisiones que afectan su presente y su futuro. En Puerto Rico, donde las instituciones públicas han sufrido una profunda pérdida de confianza, defender la democracia no es solo una tarea política: es una causa patriótica y ética que nos convoca a todos.
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A lo largo de nuestra historia, el pueblo puertorriqueño ha demostrado su amor por su gente, su valentía ante la adversidad y su compromiso con el orden democrático. Sin embargo, la democracia no es un logro permanente; es una construcción diaria que se fortalece o se erosiona según la integridad de nuestras acciones colectivas.
La corrupción, la manipulación electoral, la apatía ciudadana y el abuso del poder son amenazas reales que pueden debilitar los cimientos de nuestra convivencia democrática. Defenderla, por tanto, requiere vigilancia, educación cívica y valentía moral.
La democracia auténtica no puede ser rehén de intereses particulares ni de estructuras que buscan perpetuar el poder. Su legitimidad se sustenta en la confianza del pueblo, en la justicia social, en la rendición de cuentas y en el respeto absoluto al voto como expresión sagrada de la voluntad ciudadana.
Desde su fundación, Proyecto Dignidad ha asumido la defensa de la democracia como una de sus misiones fundamentales. Creemos firmemente que la transparencia es la base de la confianza pública; que la representatividad garantiza que cada voz, grande o pequeña, sea escuchada; que la justicia es el principio que corrige los abusos y equilibra el poder; y que las soluciones reales y verdaderas a los problemas de Puerto Rico solo pueden surgir de la verdad, el diálogo y el compromiso con el bien común.
Nuestro partido rechaza la política de conveniencia, los acuerdos a puerta cerrada y las decisiones impuestas desde la arrogancia del poder. Apostamos, en cambio, por una política de principios: una que escuche al pueblo, respete la ley, y actúe con rectitud aun cuando resulte incómodo.
Defendemos la idea de que el servicio público es un acto de responsabilidad moral, no un privilegio. Cada funcionario, cada representante y cada líder debe entender que su deber supremo es con la verdad y con el bienestar del pueblo.
La democracia no se agota en las urnas. Es también el acceso justo a las oportunidades, la igualdad ante la ley, la participación ciudadana en la toma de decisiones y la garantía de derechos fundamentales. Cuando una familia no tiene techo, cuando una comunidad no tiene agua ni energía, cuando un joven no tiene acceso a una educación digna o un empleo estable, la democracia se resiente. Por eso, defender la democracia también significa luchar contra la pobreza, la exclusión, la desigualdad y la impunidad.
Proyecto Dignidad está comprometido con promover reformas que respondan a las verdaderas necesidades del país: un sistema de salud eficiente, un gobierno libre de corrupción, una educación basada en valores, y una economía que genere trabajo digno y sostenibilidad. Nuestra visión es clara: Puerto Rico necesita soluciones reales, no discursos vacíos; resultados concretos, no promesas electorales.
Una democracia sólida no se impone por mayorías circunstanciales; se construye a través del consenso, del respeto mutuo y del reconocimiento de la diversidad ideológica del país. El intento de modificar el Código Electoral sin un acuerdo multipartidista es un atentado directo contra la esencia misma de la democracia. Las reglas que rigen el voto deben ser fruto del diálogo entre todas las fuerzas políticas, no el resultado de una imposición de quienes ostentan el poder en un momento dado.
Proyecto Dignidad defiende el consenso como principio rector: un diálogo abierto, honesto y orientado al bien del país. Creemos que las diferencias partidistas no deben ser un obstáculo, sino una oportunidad para construir juntos un sistema electoral transparente, justo y confiable. En la pluralidad, está la fortaleza de nuestra democracia. La defensa de la democracia no tiene colores ni bandos: tiene conciencia, tiene principios y tiene nombre.
Se llama Dignidad.