Recuerdo los años 80 y 90, cuando Puerto Rico era un paraíso para la manufactura norteamericana. Para dar un ejemplo, existían alrededor de 12 o 14 fábricas General Electric por toda la isla, incluyendo una en Vieques, y un número similar de fábricas Baxter, incluyendo una en Culebra. Puerto Rico era conocido, en el mundo industrial, como uno de los sitios principales para establecer operaciones de manufactura, principalmente para las industrias farmacéuticas, de dispositivos médicos, y electrónica. En aquellos tiempos, Puerto Rico tenía la ventaja de tener una mano de obra bien adiestrada y más barata que la de Estados Unidos, ya que al haber muchas fábricas, había una gran parte de nuestra población que tenía adiestramientos en temas importantes para los fabricantes como, por ejemplo, “Good Manufacturing Practices” o GMP. En adición, el Recinto Universitario de Mayagüez era una cantera sólida y reconocida de ingenieros, que son clave para cualquier operación manufacturera. Temas que hoy por hoy no salen de la mirilla puertorriqueña, como el costo y la inestabilidad energética, eran temas que, en aquel momento, no se mencionaban como problemas que nos afectan en nuestro día a día.
Con la partida de los beneficios de la ahora difunta 936, la globalización, y los beneficios que otros países empezaron a otorgar a manufactureros de estas industrias, sobre todo en China, India y en Irlanda, fábricas que llevaban tiempo en Puerto Rico empezaron a relocalizarse a estos países buscando economías en elementos como mano de obra barata y beneficios fiscales. Esto causó un declive en actividad económica, ya que no solamente afectó los trabajos directos, entiéndase las personas que trabajaban en las fábricas, sino que también afectó trabajos indirectos como, por ejemplo, ferreterías locales que su mayor volumen de ventas era para esas fábricas, restaurantes y sitios para comer, compañías de limpieza, compañías de seguridad, compañías de jardinería, compañías de transportación y logística, en fin, toda una red de apoyo de pequeños o medianos negocios que proveen servicios a las fábricas.
En esta semana, el presidente Donald Trump sorprendió al amenazar con imponer un nuevo arancel de hasta 200 %, pero esta vez no a otros países, sino a manufactureros de productos farmacéuticos. Esta medida tiene como fin el que las empresas trasladen su producción a territorio americano. Durante su sexta reunión de gabinete, el presidente fue claro: las reglas cambiaron y ahora exigirá que las industrias regresen a Estados Unidos o paguen por quedarse fuera. El Financial Times reportó al presidente decir que “estaremos anunciando algo muy pronto referente a farmacéuticas, les daremos como un año o año y medio para regresar, luego de eso, tendrán que enfrentar un arancel muy alto, como un 200 %”. Esto es continuación del esfuerzo de ‘reshoring’ que el presidente anunció en abril pasado, donde se busca que manufactureros con fábricas localizadas en otros países regresen esas operaciones a suelo americano. Especialmente, la industria farmacéutica, ya que, como recordaremos, durante la pandemia hubo escasez de varios medicamentos precisamente debido a que se manufacturan fuera de Estado Unidos, y la transportación y el entrar esos medicamentos nuevamente a suelo americano se vio afectado. Esta fuga de trabajos hacia otros países ha afectado a todo Estados Unidos, incluyendo a Puerto Rico. Estadísticas presentadas por el Virginia Business indican que trabajos manufactureros tuvieron un pico en 1979, cuando habían 19.6 millones de americanos trabajando en manufactura, pero para el año 2000 ya este número había bajado a 17.3 millones y, hoy por hoy, ronda por los 12.8 millones.
Aún con este esfuerzo de ‘reshoring’, Puerto Rico tendrá que competir con los 50 estados. Nuestra fuerza laboral ha mermado considerablemente, ya sea por la baja poblacional, por las personas que se han mudado fuera de Puerto Rico o por el hecho de que nuestra población ha envejecido y muchos ya están retirados. Lo que antes no era un problema, la cantidad de mano de obra, es posible que ahora lo sea. En adición, el costo energético se ha convertido en un problema para todos, incluyendo las industrias. Varias compañías, incluyendo Coopervision y Baxter, han decidido producir ellos su propia energía eléctrica a vez de plantas de cogeneración. Sin embargo, el suplido de gas natural puede ser un problema para la operación de estas plantas de cogeneración. A esto se suma los problemas tradicionales, como los huracanes y el costo de la materia prima.
¿Qué está haciendo el gobierno de Puerto Rico ante este escenario? Según fuentes del propio gobierno, Puerto Rico está promocionándose activamente como localización favorable para el ‘reshoring’ de operaciones de manufactura, resaltando los costos laborales competitivos, la infraestructura de transporte y la relación con los Estado Unidos. Sin embargo, ¿es esto suficiente? Para que Puerto Rico pueda competir de tú a tú con los estados, hay que hacer más:
- Es necesario tener un segundo puerto naval, no que se use esporádicamente, sino que se use de corrido, ya que sabemos que, en tiempo de huracán o terremoto, el tener un solo puerto en San Juan ha presentado problemas para la entrada y salida de materiales y productos.
- Es necesario bajar los costos energéticos y, a la misma vez, asegurar un suplido ininterrumpido de gas natural para aquellas fábricas que tengan plantas de cogeneración.
- Tenemos que habilitar escuelas vocacionales adicionales para poder preparar la mano de obra que se necesitaría para estos trabajos que se crearían.
- Tenemos que incentivar a pequeños y medianos comerciantes para que podamos tener esos negocios que proveen apoyo a las fábricas.
En fin, estamos viviendo un momento donde existe una excelente oportunidad para atraer fábricas a suelo puertorriqueño, pero necesitamos que el gobierno y elementos de la industria privada también se enrollen las mangas y vayan a buscar esas empresas. El sentarnos a esperar que miren a Puerto Rico como opción no hará que esas empresas lleguen solitas.