Opinión

Dignidad

Lee aquí la columna del presidente del partido Proyecto Dignidad

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Cesar Vazquez + columnistas

We hold this truths to be self evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable Rights, that among these are are Life, Liberty and the pursuit of Happiness…” Declaration of Independence, July 4, 1776.

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“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad”, traducción National Archives (.com).

La dignidad humana no es creada por el Estado. No es creada por un marco legal particular ni tampoco es concedida como el privilegio o beneficio de ser ciudadano. La dignidad es reconocida como una característica fundamental e inherente a todo ser humano. Es el valor que todos tenemos por pertenecer a la raza humana y que no depende del color de piel, sexo, edad, educación, ideas, riquezas, religión, conducta sexual, ni tan siquiera conducta delictiva. No depende de ninguna característica; ni tan siquiera de estar vivos. A los cuerpos humanos inertes les reconocemos dignidad y que merecen respeto.

Esto no ha sido así, ni en todo tiempo, ni en todo lugar. Depende de la visión que tenemos de la vida y del ser humano. Sin embargo, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos establece como verdad evidente en sí misma que todos los hombres son creados iguales y que ha sido su Creador, Dios, quien les ha dotado de unos derechos inalienables; derechos que nadie les puede negar, quitar u obligar a renunciar. Esta aseveración contundente tiene su fundamento en lo que dice la Biblia sobre el ser humano, que Dios lo creó como un acto intencional de su voluntad y que puso en él y en ella su imagen y semejanza. A esto se añade que, para reconciliar al ser humano consigo, Dios se hizo hombre y fue a la cruz para morir como sacrificio por el pecado de TODOS.

Hablemos ahora de aquellos con estatus migratorio no definido, indocumentados o ilegales, como queramos llamarles, que comparten con nosotros el quehacer diario. Recordemos que cuando hablamos del problema migratorio estamos hablando de gente en circunstancias difíciles. Es una situación compleja, que tiene ribetes humanos y legales.

Discutamos algunas consideraciones. Lo primero es que ningún país puede sostener una política de fronteras abiertas. Esto se presta para el tráfico de mujeres, para la explotación de niños, facilita el tráfico de drogas y de armas y hace más difícil enfrentar la actividad terrorista. Esto crea problemas de salubridad, de vivienda, de transporte, de empleo, de educación, por mencionar algunos. Además, hace difícil la planificación para el desarrollo de una sociedad. El proceso es costoso para los ciudadanos e injusto para aquellos que han cumplido con la ley para hacerse ciudadanos.

Veamos el lado humano. No puedo olvidar la imagen de un padre joven de brazos con su hija, de algunos 5 años, ahogados en la ribera del Río Grande entre Texas y México. Tampoco olvido las embarazadas, haitianas y dominicanas, ahogadas tratando de cruzar un brazo de mar infectado de tiburones llamado el Canal de la Mona. La inmigración ilegal tiene como marco la desesperación y la falta de esperanza que provocan la pobreza, la falta de oportunidades, la explotación, la violencia y la persecución. Cuando cerró la Central La Plata, entre Pepino y Moca, y la central Soller, en Cibao, los jíbaros familiares míos cogieron un pasaje de ida a Nueva Yol a coger frío, a tartamudear en un lenguaje que no conocían y a soportar el menosprecio y el discrimen para sostener a su familia. ¡Qué rápido hemos olvidado! Que conste, todavía, a veces, enfrentamos el discrimen al otro lado del charco...

Quisiera tener una respuesta fácil e inmediata para resolver el drama humano que enfrentamos. No existe. Sin embargo, afirmo que los “sin papeles” tienen dignidad y deben ser respetados. El documento fundacional de los Estados Unidos habla de derechos inalienables. Lo dice Dios: “Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto” (Deuteronomio 10:19), y Jesús reitera: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39). En cualquier proceso que enfrenten, deben ser respetados y tratados humanamente. Deben tener acceso a la justicia…deben recibir compasión. El trato hacia los niños debe ser particularmente cuidadoso, protegiendo la integridad familiar. Demás está decir que a los que trafican con seres humanos les debe caer todo el peso de la ley.

Los inmigrantes merecen respeto y trato justo. A fin de cuentas, son tan humanos como nosotros…

“Dichoso aquel que no ha visto más río que el de su patria…”, Luis Muñoz Rivera.

“¡Mamá! ¡Borinquen me llama! ¡Este país no es el mío! ¡Borinquen es pura flama y aquí me muero de frío!” (Nostalgia, Virgilio Dávila).

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