Cuatrienio tras cuatrienio, la presencia de los legisladores por acumulación del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) ha representado un instrumento de denuncia y fiscalización, y también de inicio de discusión pública de temas que han probado ser esenciales: desde las cesáreas realizadas sin criterio clínico hasta el depósito de cenizas tóxicas en Peñuelas; desde el Plan Universal de Salud hasta la crisis de violencia infantil. Hemos combinado el cauce legislativo con la presencia en comunidades y la participación en los foros más diversos. Tan importante como eso es que hemos demostrado que se puede hacer política con honestidad, solidaridad y rigurosidad. Aunque nos etiqueten como legisladores “de minoría”, somos la voz de las aspiraciones de la gran mayoría del país, sin distinción de partidos e ideologías.
Pero hace falta más, mucho más. La pobre calidad del trabajo legislativo de quienes han tenido mayoría de votos en Cámara y Senado, su dolorosa falta de conexión con lo que ocurre fuera del mármol, y su vergonzosa lealtad a intereses privilegiados que al son de aportaciones de campaña imponen su agenda en la Casa de las Leyes, es un llamado a transformar la composición de la Legislatura. La Alianza de País cuenta con candidaturas, bajo las columnas del PIP y del Movimiento Victoria Ciudadana (MVC), para los 16 escaños al Senado por distrito (se vota por dos senadores para cada uno de los 8 distritos senatoriales) y para los 40 escaños de la Cámara por distrito (se vota por un representante para cada uno de los 40 distritos representativos). Hoy, que el país se encuentra ante el umbral de una gran transformación política, tenemos que acentuar la importancia de ese voto por candidaturas de distrito. Durante este cuatrienio, cuando ningún partido tenía los 14 votos que constituyen mayoría en el Senado, comenzó a hacerse sentir la viabilidad de una cultura política de negociación y consenso. Una nueva mayoría significará que las medidas de mayor mérito serán las consideradas, que las vistas públicas serán ejercicios serios de indagación, y que las votaciones responderán a criterios jurídicos y sociales no contaminados por el inversionismo. De eso se trata la tarea de representar a un país. Esa posibilidad está, literalmente, en las manos de cada votante el 5 de noviembre.