Una masacre por narcotráfico en el negocio de un político convicto por corrupción que por su cooperación ha podido tener una vida igual o “mejor” de la que tenía como alcalde. ¡Qué clase de escena! Si no fuera un evento real reciente, muy bien pudiera ser una de las exhibiciones del artista plástico puertorriqueño Pepón Osorio de las que hemos visto en el Museo de Arte de Puerto Rico.
PUBLICIDAD
En este evento de antenoche en el negocio vinculado al ex alcalde de Cataño, Félix “El Cano” Delgado, “La casita del árbol”, en el barrio Campanilla de Toa Baja, murieron cinco personas y hasta anoche tres permanecían heridas de cuidado, siendo una de estas el hermano del expolítico. La policía confirmo ayer en nuestro programa “Primera Pregunta” que Delgado es ‘persona de interés’ (el eufemismo oficialista que hemos adoptado malamente en los medios en vez de llamarlos ‘sospechosos’) en el caso, y que la balacera ocurrió por el trasiego de drogas o venganza por muertes asociadas a ese negocio ilegal. La policía reconoce que cercano al negocio operan varios puntos de droga que pudieran ser parte de la disputa.
Como ven, tenemos en esta escena un resumen de dos de nuestros problemas sociales más profundos: la corrupción y el narcotráfico a gran escala. Pero detrás de esos problemas, otro grande que no combate la situación de fondo: la impunidad.
¿Qué mensaje envía esta escena a quienes están más susceptibles de entrar al mundo de la ilegalidad? Por un lado, 24 horas después de la masacre, a pesar de haber sido un evento ante mucha gente y con víctimas de la balacera aun vivas que pudieran ser interrogados, nadie había sido arrestado al momento que escribo esta columna. Por el otro lado, vemos un político que aceptó haber sido corrupto y por el hecho de que luego se dedicó a “chotear” a sus panas (cosa que el narcotráfico se paga caro by the way), anda de fiesta en fiesta, exhibiendo la opulencia que aún conserva, moviéndose entre negocios con el tumbao al estilo “padrino”, viendo a sus exsocios ser sentenciados a prisión y gozándose la vida en el Caribe.
Los abogados defensores, jueces y fiscales dirán que así es el sistema y que los cooperadores tienen que ser premiados pues le facilitan al gobierno capturar otros criminales. Eso es cierto. ¿Pero qué hay del mensaje que se envía a la sociedad? ¿No es contradictorio imponer sentencias que sean ejemplificantes y que envíen mensajes al público si a otros corruptos se les otorga el premio gordo de la lotería?
Este tipo de trato con los cooperadores no es nuevo. Lo he visto con decenas de individuos, pero ninguno había sido tan burdo en su exhibicionismo como El Cano Delgado. Ese exhibicionismo denota indiferencia y menosprecio con la sociedad. Haber estado antenoche en medio de la masacre en la que su hermano resultó herido, sin adjudicar asociación alguna con los matones o demás víctimas, complica la cosa.
Tomemos esta escena del barrio Campanillas como una referencia para evaluar los problemas más graves que tenemos y encontrar sus soluciones, en la comunidad y en el sistema.
¿Qué creen?