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Nikola Jokic: genio contracultural de la vieja escuela

El pívot de 28 años y MVP de las Finales de la NBA creció en medio de los bombardeos de la Guerra de los Balcanes y disfruta de la vida de campo.

Nikola Jokic cargando a su hija menor, Ognjena, durante la celebración del trofeo MVP en las finales del NBA.
Cosas simples. Jokic celebra con su hija Ognjena.

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Según propia confesión, era el “típico gordito tranquilo de la clase”. No le gustaba la actividad física, prefiriendo una vida escolar tranquila, donde las matemáticas y la historia mandaban sus gustos.

Pese a que tempranamente destacaba en el básquetbol, siendo el más alto y con una lectura de juego privilegiada, cualquier esfuerzo -como entrenar- no le apetecía. En realidad, lo que más le gustaba era la vida de campo. Su lugar en el mundo era el establo y sus mejores amigos, los caballos. En Sombor, una ciudad serbia de 40 mil habitantes cercana a la frontera húngara, había muchas granjas y él, cuando visitó la primera de la mano de su padre, se enamoró. Sin embargo, el destino lo llevó a convertirse en estrella de la NBA.o sólo eso: fue el gestor de que Denver Nuggets ganara su primer título en la liga norteamericana, con Nikola Jokic como el Jugador Más Valioso.

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Al analizar el desempeño del “Joker”, no es casualidad.

Incluso antes de acceder a la serie por la disputa del título, el serbio había superado al mítico Wilt Chamberlain como el jugador con más triples-dobles en una postemporada. Lo hizo en el cuarto juego de la disputa del cetro del Oeste ante Los Angeles Lakers, cuando consiguió su octavo partido con estadísticas de dos dígitos en puntos, rebotes y asistencias.

La historia de Jokic es particular, pues no sólo esquivaba los esfuerzos físicos de pequeño, aún cuando “desde el principio vimos que tenía manos hábiles y una lectura del juego excepcional. Tenía una tendencia a buscar la asistencia, eso le gustaba más que marcar”, recuerda Katarina Naumov, su primera entrenadora. “Jugaba de pívot, pero me gustaba ser base, cortar la bola y crear jugadas, aunque sin moverme mucho. No me gustaba exigirme e incluso solía llorar cada vez que tenía que ir a entrenar. Mi padre tenía que convencerme constantemente. No eran épocas en que el básquet me interesara tanto”, confiesa Jokic, quien cuando fue seleccionado para llegar a la NBA dormía plácidamente en Sobor, mientras su hermano lo representaba en Nueva Jersey.

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