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Steve Jobs dio su opinión sobre Pixar y su revolucionara película “Toy Story”, solo un año después de su estreno

A 12 meses del estreno de Toy Story, Steve Jobs reveló cómo apostó por Pixar.

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Cuando Toy Story arrasó en 1995, el mundo vio juguetes parlantes; Steve Jobs vio el resultado de una década de terquedad visionaria. Un año después, en 1996, el cofundador de Apple explicó cómo apostó por un sueño improbable —un largometraje 100% generado por computador— y terminó creando un nuevo idioma para Hollywood.

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No dirigió ni un plano, pero movió medio planeta para que la historia existiera.

“Pixar es la meca de los gráficos por ordenador”

Jobs contó que conoció a Ed Catmull en 1985, entonces líder de la división de gráficos de Lucasfilm, y que de inmediato “compró el sueño” de hacer el primer largo totalmente digital: no solo con capital, también “espiritualmente”.

Diez años después, esa promesa se materializó en Toy Story. Para Jobs, Pixar era la progresión natural de su carrera: desde el Apple II hasta el Macintosh, los gráficos lo habían acompañado, pero nunca con la potencia creativa que veía en Catmull y su equipo.

La frase quedó para la posteridad: “Pixar es la meca de los gráficos por ordenador.”

Un híbrido raro: Hollywood + Silicon Valley bajo el mismo techo

El mérito, según Jobs, no fue “hacer cine”, sino construir el entorno para que los mejores lo hicieran. Pixar, decía, mezclaba la cultura creativa de Hollywood con la ingeniería de Silicon Valley como iguales, algo inédito hasta entonces.

Esa convivencia no fue mágica ni instantánea: “nos llevó diez años hacer que trabajaran juntos como pares”, admitía. Dos mundos con ritmos y prioridades opuestas aprendiendo a hablar el mismo idioma… y rindiendo al máximo.

El rol de Jobs en Pixar: atraer talento y despejar la pista

Lejos de la silla del director (ese era territorio de John Lasseter y un centenar largo de artistas y técnicos), Jobs se enfocó en reclutar talento de clase mundial, remover obstáculos internos y cuidar las alianzas externas, en particular con Disney.

De hecho, aquel histórico acuerdo para tres películas fue un salto de fe de ambos lados: por primera vez, Disney confiaba su animación a un estudio externo. Pixar superó las expectativas, y Disney aportó algo invaluable: 60 años de oficio “editando antes de animar”.

Sin ese bagaje, reconocía Jobs, Toy Story no habría sido igual.

La decisión estratégica: abandonar el servicio y apostar por IP propia

Antes del boom, la animación por computador vivía en la periferia: publicidad, logos, efectos puntuales y poco margen. Pixar también jugó ese partido… hasta que Jobs cortó por lo sano: abandonar el trabajo por encargo y concentrarse en crear propiedad intelectual propia.

“Teníamos 25 personas brillantes creando cosas que no nos pertenecían”, resumía. El giro fue arriesgado, pero sentó las bases del Pixar que hoy todos reconocen.

El legado: la tecnología sirve a la historia (y no al revés)

Aunque Jobs dejó Pixar en 2006 tras la compra de Disney, su mantra siguió tatuado en el ADN del estudio: la historia primero, la tecnología como herramienta y no como espectáculo vacío.

Toy Story inauguró una era, sí, pero lo hizo porque detrás de cada render había personajes memorables, conflictos claros y humor con corazón. Lo demás —clusters, render farms, software pionero— fue el andamiaje invisible para que la narración brillara.

¿Por qué sigue importando hoy?

Porque su receta —fusión de disciplinas, foco en la gente, y valentía para cambiar de modelo— sigue siendo vigente en cada revolución creativa.

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Jobs no presumía de haber dirigido una obra maestra; presumía de algo más difícil: crear el contexto para que la obra maestra ocurriera. Y Toy Story fue la prueba animada, cuadro a cuadro, de que tenía razón.

       

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