El hype de la Inteligencia Artificial está a punto de reventar. Lo que comenzó como la promesa de un futuro brillante y automatizado, ahora parece ser el preludio de un desastre financiero que nos recuerda peligrosamente a la burbuja dot-com de 1999.
Los reportes económicos de estos días son claros: Nvidia se prepara para presentar resultados con una “cautela” palpable en el mercado, mientras que analistas advierten que el tren de la IA no se está moviendo con dinero nuevo, sino con “fondos circulares” dentro del mismo club de la élite tecnológica.
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El oligopolio de la inversión circular
¿Qué significa esto? Básicamente, las gigantescas tecnológicas están jugando a la serpiente que se come la cola.
Empresas como Nvidia ganan cifras astronómicas porque todos necesitan sus chips para entrenar a sus IA. Esas ganancias se utilizan para invertir en startups de IA prometedoras (como las que usan, adivinaste, chips de Nvidia).
Las startups inflan su valor y, de paso, validan el modelo de negocio de los gigantes que las financiaron, creando un ecosistema que solo beneficia a los miembros del club.

Según el analista Raúl Limón, el resultado es un peligroso oligopolio donde el valor real se distorsiona. El dinero no viene de una base de inversores amplia que confía en la utilidad general de la IA, sino de los propios jugadores que se retroalimentan.
Estamos presenciando una fiesta privada donde un puñado de megacorps se dicen entre sí lo genial que son, mientras el resto del mundo espera la tecnología prometida (y el mercado teme el costo real).
El peligro social: Despidos masivos
Lo más oscuro de esta burbuja es el efecto secundario en la vida real. La creación de este oligopolio inflado abre la espita de los despidos masivos.

Si el valor de estas startups se basa en proyecciones y no en ingresos reales, cualquier desaceleración o corrección en el mercado (o incluso que una de las IA gigantes falle en un lanzamiento clave) puede provocar un estallido. Cuando eso pase, las empresas sobrevaloradas tendrán que recortar costos, y ¿quién pagará los platos rotos?
Los miles de trabajadores tecnológicos que fueron contratados para alimentar este hype.
Mientras la IA promete curar el cáncer (como el proyecto en Suiza) y cambiar el planeta, su estructura financiera se parece mucho a un castillo de naipes. Si el clan tecnológico no expande el valor más allá de su propio círculo, prepárense para el crash.

