Durante décadas, el espacio fue la frontera final. Hoy, también podría ser la próxima fuente de problemas para nuestro planeta. Según un nuevo estudio científico, la creciente quema de satélites como los de Starlink estaría alterando la química de la atmósfera superior. Sí, Elon Musk no solo genera polémicas desde la Tierra… también desde la órbita.
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¿Una nueva crisis atmosférica cortesía de los satélites?
Después de décadas de esfuerzos globales para reparar el agujero en la capa de ozono, parece que la humanidad ha encontrado otra manera de arruinar lo que había conseguido. Esta vez, no es con aerosoles ni clorofluorocarbonos, sino con… satélites que se desintegran en la atmósfera.
Según el estudio encabezado por Leonard Schulz, de la Universidad Técnica de Braunschweig, la quema controlada de satélites al final de su vida útil (unos cinco años, en promedio) está inyectando metales peligrosos en la atmósfera, especialmente metales de transición que podrían alterar procesos químicos fundamentales.
Y sí, entre los mayores culpables están las famosas megaconstelaciones como Starlink, de SpaceX.
¿Cuánto metal estamos tirando desde el cielo?
La Tierra ya está acostumbrada a recibir material del espacio: meteoritos, por ejemplo. Pero hay una diferencia clave: los satélites están hechos de cosas que no caen del cielo normalmente.
Mientras que los meteoros aportan mayormente silicatos, los satélites son ricas bombas metálicas de litio, cobre, titanio, estaño y compañía.
Aunque la masa total de estos residuos sigue siendo menor en comparación con los meteoritos, su contenido metálico es mucho mayor. De hecho, en 2024, las fuentes humanas ya son la mayor contribuyente de 24 elementos en la atmósfera.
Y todo apunta a que ese número crecerá hasta los 30. Spoiler: ninguno de esos elementos trae regalos.
Tres formas de arruinar el cielo (gracias, Starlink)
El estudio propone tres grandes riesgos ambientales por culpa de estas partículas espaciales:
- Destrucción del ozono: Algunos metales podrían actuar como catalizadores de reacciones químicas que afectan negativamente la capa de ozono. Sí, como los CFC... pero versión 2.0.
- Cambio en la formación de nubes: Las partículas pueden actuar como “semillas” para nuevas nubes, alterando los patrones climáticos a niveles bajos.
- Efectos radiativos: Pueden modificar el equilibrio térmico al reflejar o atrapar radiación solar, complicando más el asunto del cambio climático.
Básicamente, estamos lanzando cosas al cielo sin tener idea de cómo podrían afectarlo a largo plazo. Y no, no hay una IA que nos saque del lío todavía.
¿Qué dice la ciencia y qué debería hacer Elon?
El gran problema es que nadie sabe con certeza qué va a pasar. No hay estudios claros sobre cómo el titanio afecta la química de la atmósfera o si el litio podría actuar como espejo solar. Es como jugar a la ruleta rusa con la estratósfera.
Los investigadores advierten que necesitamos más ciencia y menos improvisación. Y si bien Elon Musk no es el único lanzando satélites, sí lidera la carrera, y sus decisiones podrían definir el futuro del clima… desde la órbita.
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Starlink y sus hermanos satelitales están acelerando una nueva era espacial. Pero con cada despegue, también podríamos estar pavimentando el camino hacia una nueva crisis atmosférica, una que aún no entendemos del todo.
Si el pasado nos enseñó algo con los CFC, es que mejor prevenir que tapar agujeros en la capa de ozono… otra vez.

