El creador de ChatGPT, Sam Altman, habló sobre el inminente desplazamiento laboral por la inteligencia artificial, el potencial para la humanidad y los riesgos éticos que le quitan el sueño. Y es que la presencia cada vez más fuerte de la inteligencia Artificial (IA) esta encendiendo alarmas en varias temáticas, como por ejemplo: el empleo.
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El primer empleo en ser reemplazado por la IA
El debate sobre el impacto de la inteligencia artificial en el empleo ha cobrado una nueva dimensión tras las recientes declaraciones de Sam Altman, el CEO de OpenAI. En una entrevista, Altman advirtió que los primeros puestos de trabajo en ser reemplazados por la automatización serán aquellos vinculados al soporte al cliente telefónico o informático.
Según sus palabras, la IA ya es capaz de desempeñarse “mejor” que los humanos en estas funciones, anticipando un “desplazamiento masivo” en este sector específico del mercado laboral.
Sin embargo, la visión de Altman no se limita a la pérdida de empleos, sino que también abarca un escenario de crecimiento y transformación. El empresario sostuvo que la inteligencia artificial representa una “enorme subida de nivel para la gente”, ya que permitirá que miles de millones de personas sean “mucho más productivas, creativas o descubran nueva ciencia”.
Como ejemplo, mencionó el caso de los programadores, cuya labor ha evolucionado radicalmente, permitiéndoles generar “mucho más código” y aumentando su productividad de forma notable.
Los riesgos éticos y existenciales que provocan insomnio
Altman reconoció que el desarrollo de la IA le genera un “gran peso” y que le provoca “noches de insomnio”. En la entrevista, el ejecutivo manifestó que el desarrollo ético de la inteligencia artificial es una preocupación central para él y para su compañía. El creador de ChatGPT afirmó que, al tomar “pequeñas decisiones” que afectan a cientos de millones de usuarios, el objetivo de OpenAI es que la IA refleje la “visión moral colectiva de la humanidad”, una tarea que calificó de monumental debido a la diversidad de opiniones que existen en el mundo.
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Una de las implicaciones éticas más delicadas que abordó fue la postura de ChatGPT ante temas sensibles, como el suicidio. Altman explicó que, en el caso de jóvenes con ideación suicida, la IA los orientaría hacia líneas de ayuda. No obstante, en países donde la asistencia médica para morir está legalizada para pacientes terminales, ChatGPT podría presentar esa opción como válida, aunque sin promoverla activamente. Esta compleja posición ilustra la dificultad de alinear a la inteligencia artificial con los marcos éticos en constante evolución de la sociedad.
Nuevos retos: desde la privacidad hasta la desinformación
En materia de privacidad, Altman propuso la creación de un “privilegio de IA”, una protección legal para las conversaciones sensibles con sistemas de inteligencia artificial, equiparable a la confidencialidad médico-paciente o abogado-cliente. Considera que este resguardo será fundamental en un futuro donde la interacción con la IA sea cotidiana.
Además, Altman alertó sobre peligros existenciales. Confesó que sus mayores temores provienen de las “incógnitas desconocidas”, en particular la posibilidad de que la IA facilite el diseño de “armas biológicas o una pandemia tipo COVID”. La capacidad de la IA para generar imágenes, sonidos y textos indistinguibles de la realidad también plantea el riesgo de que resulte “difícil, por no decir imposible, que cualquiera discierna la diferencia entre realidad y fantasía”. Ante este desafío, sugirió la implementación de mecanismos de verificación, como firmas criptográficas para mensajes importantes, para evitar estafas y desinformación a gran escala.
Los trabajos que resistirán la automatización
A pesar de los profundos cambios que se avecinan, Altman matizó que la velocidad de esta transformación no implicará necesariamente una alteración drástica en la rotación de empleos a largo plazo. Habló de un “equilibrio puntuado”, sugiriendo que la tasa de reemplazo laboral podría no diferir “dramáticamente” de la histórica. En contraste, los trabajos que requieren una profunda conexión humana, como los del sector médico, muestran una mayor resistencia frente a la automatización.
El CEO de OpenAI subrayó la “gran capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias” que ha demostrado la sociedad, citando la respuesta global durante la pandemia de COVID-19 como un ejemplo de esta resiliencia.
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