En el mundo de la tecnología, donde la fortuna se mide en billones, existe un pionero que tuvo la oportunidad de unirse al club de los más ricos del planeta y dijo que no.
Steve Wozniak, el cofundador de Apple y la mente brillante detrás de la primera computadora de la compañía, ha revelado un secreto: si hubiera tomado la decisión correcta en el momento justo, hoy sería el segundo hombre más rico del mundo. Y no se arrepiente en lo absoluto.
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El ‘fantasma’ en la máquina que no quiso ser billonario
En una reciente entrevista, Wozniak contó que a principios de los 90, cuando su papel en Apple había cambiado, se le presentó una oferta. Una nueva empresa llamada Palm Computing, que buscaba crear la próxima generación de asistentes personales, le ofreció el puesto de científico jefe. Lo más tentador de la oferta no era el título, sino una generosa cantidad de acciones que lo hubieran hecho parte de la compañía desde sus inicios.

Wozniak, conocido por su espíritu de ingeniero y su aversión a las responsabilidades corporativas, rechazó la oferta. Su motivo era simple: no quería ser un empresario ni un gerente. Él solo quería seguir creando y experimentando.
De la fortuna a la libertad: La historia detrás del ‘no’
El resto es historia. Palm Computing se convirtió en un gigante de la tecnología, y sus dispositivos, los Palm Pilot, dominaron el mercado en la era previa al smartphone. Las acciones que Wozniak había rechazado se dispararon en valor. Según estimaciones de expertos, si él hubiera aceptado la oferta, su fortuna personal sería hoy de miles de millones de dólares, superando a figuras como Mark Zuckerberg o Bill Gates y colocándolo solo detrás de Jeff Bezos.
La decisión de Wozniak va en contra de todo lo que nos han enseñado sobre el éxito. Mientras otros pioneros de la tecnología hicieron todo lo posible por amasar una fortuna, Wozniak decidió conscientemente priorizar su felicidad, su libertad y su pasión por la ingeniería sobre la riqueza.
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El manual del genio: La ética de un verdadero pionero
La filosofía de Wozniak ha sido consistente a lo largo de su carrera: el dinero no es el objetivo final. Su verdadero propósito es inventar, crear y contribuir a la tecnología.
Su historia es un recordatorio de que, en un mundo obsesionado con la riqueza, la verdadera libertad a menudo no se encuentra en las cuentas bancarias, sino en la capacidad de hacer lo que amas sin tener que rendirle cuentas a nadie.