La idea de que nuestra realidad es una simulación, un elaborado programa de computadora ejecutado por una civilización más avanzada, ha sido un pilar de la ciencia ficción, desde The Matrix hasta Simulacron-3.
Lee también: The Matrix: una Inteligencia Artificial imagina cómo serían unas zapatillas Nike sobre la saga
Lo que antes era material de películas y novelas, ahora es un tema de debate serio en círculos científicos y filosóficos. Si bien es imposible probarlo con la tecnología actual, algunos expertos se atreven a explorar cómo se vería o se comportaría nuestro universo si, en efecto, fuera un videojuego masivo. La provocadora pregunta no busca desacreditar nuestra existencia, sino invitar a una profunda reflexión sobre la naturaleza de la realidad misma.
Las reglas del juego: ¿Hay “bugs” en nuestro código?
Si el universo fuera una simulación, se esperaría que obedeciera a ciertas “reglas” o limitaciones, similares a las de un programa de computadora. El matemático Marcus Du Sautoy, en un análisis para New Scientist, exploró algunas de estas posibles características. Una de las primeras ideas que surge es la existencia de una resolución de pantalla, o más bien, una granularidad fundamental en la realidad. La mecánica cuántica, con su concepto de paquetes de energía discretos (cuantos) y partículas que se comportan de manera probabilística hasta ser observadas, podría interpretarse como una forma de renderizado dinámico, donde los recursos computacionales se enfocan en lo que se está “observando” activamente. Si la simulación tuviera un límite en su poder de procesamiento, podría manifestarse en leyes físicas que no son perfectamente continuas o en anomalías que podrían ser “errores” en el código.
Otro punto de análisis es la productividad o el propósito del universo. Du Sautoy señala que toda evidencia apunta a que el universo “simplemente existe”, sin una razón obvia o un objetivo inherente, lo cual podría ser una característica de un programa que no tiene una narrativa lineal o un final predefinido. Además, el universo parece funcionar bajo leyes inmutables y consistentes, algo que podría esperarse de un código bien escrito y ejecutado. El famoso “Juego de la vida” del matemático John Conway, un autómata celular simple pero complejo, es un ejemplo de cómo un universo simulado podría evolucionar sin una intervención externa constante, simplemente siguiendo sus reglas iniciales. La elegancia y complejidad de las matemáticas que describen nuestro universo también podrían ser la firma de un lenguaje de programación subyacente.
¿Quién es el programador? Las implicaciones de la “Matrix” cósmica
La teoría de la simulación no solo plantea preguntas sobre cómo funciona nuestro universo, sino también sobre quién podría ser el “programador”. ¿Sería una civilización post-humana que ha alcanzado un nivel tecnológico inimaginable? ¿O quizá somos una simulación dentro de otra simulación, en una cadena infinita? Estas preguntas nos llevan a un terreno más filosófico y existencial. Si viviéramos en una simulación, ¿tendríamos libre albedrío, o nuestras acciones estarían predeterminadas por el código? ¿Qué implicaciones tendría para la ciencia, la religión o nuestra percepción de la existencia?
Lejos de posicionarse a favor o en contra de esta fascinante hipótesis, la exploración de un universo simulado nos invita a ver nuestra realidad con nuevos ojos. Nos empuja a reflexionar sobre la naturaleza de la información, la conciencia y los límites de nuestro propio conocimiento. La posibilidad de que nuestra realidad sea un “videojuego” nos obliga a considerar que los límites de lo posible son mucho más vastos de lo que podemos concebir, y que el universo sigue siendo el misterio más grande de todos.