A las 08:34 de la mañana, hora chilena, del 10 de junio de 2025, el flujo de trabajo de millones de personas se congeló de golpe. Una de las plataformas de inteligencia artificial más utilizadas del mundo, ChatGPT, dejó de responder. Al principio fueron respuestas lentas, luego errores 500, y en menos de diez minutos, la caída fue total. ChatGPT estaba fuera de línea en todo el mundo.
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Lo que comenzó como una simple anomalía pronto se convirtió en tendencia global. Usuarios de todo el planeta reportaban la misma experiencia: ni GPT-4o, ni el modo de voz, ni Copilot, ni los asistentes personalizados respondían. Era como si se hubiese cortado el oxígeno digital para quienes trabajan, crean o estudian con la IA como copiloto habitual. ¿Qué pasó? ¿Qué consecuencias tuvo este apagón tecnológico? Aquí lo analizamos.

Un resumen del apagón: colapso global en OpenAI
El sitio DownDetector recibió más de 100 mil reportes en menos de una hora. Afectó a usuarios de Estados Unidos, Europa, América Latina, India y Australia por igual. No solo cayó ChatGPT: también Microsoft Copilot (que usa el backend de OpenAI), el modo de voz de GPT-4o y las aplicaciones móviles.
En el dashboard oficial de OpenAI se confirmó rápidamente el problema: a las 08:35 se identificó un “problema de disponibilidad generalizada en ChatGPT”, que con el correr de los minutos se extendió a más servicios. La causa, inicialmente, no fue revelada. La empresa solo indicó que su equipo “estaba investigando el problema”.

La interrupción duró más de cuatro horas, aunque el servicio se restableció parcialmente en algunos países antes de completarse la recuperación global. La incertidumbre reinó durante el apagón, que coincidió con el horario laboral más activo del hemisferio occidental.
Impacto global inmediato: caos productivo y silencio digital
Para millones de personas que dependen de ChatGPT y Copilot en su trabajo diario —desde programadores hasta periodistas, diseñadores, marketers o estudiantes—, la caída fue un recordatorio brutal de nuestra dependencia tecnológica. Herramientas que ayudan a responder correos, corregir código, redactar reportes o incluso estructurar clases dejaron de funcionar sin aviso.
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El efecto dominó fue inmediato. Equipos de desarrollo quedaron paralizados sin GitHub Copilot. Departamentos de soporte y atención al cliente que usan asistentes GPT personalizados no pudieron operar con normalidad. En muchos medios digitales, editores que usan GPT para titular o enriquecer contenido vieron cómo su flujo se interrumpía por completo.
Para algunos, fue una molestia. Para otros, una pérdida real de productividad, sobre todo en sectores donde la IA ya está integrada como parte de procesos centrales. No fue solo una caída de un software: fue una grieta en la capa que sostiene parte de nuestra economía digital.
Reacciones en redes: humor, memes y desahogo colectivo
Twitter/X, Reddit, Threads y TikTok explotaron en publicaciones que pasaban del pánico al humor. “¿Alguien más sintió el vacío existencial cuando ChatGPT se cayó?”, preguntó un usuario. Otro bromeó: “Hoy tuve que pensar por mí mismo. 0/10, no lo recomiendo”.
En minutos, aparecieron memes comparando la caída de ChatGPT con el Apocalipsis, con escenas de “The Office” o “Interstellar” como telón de fondo. Se viralizó una imagen del botón azul de “Regenerar respuesta” llorando desconsolado, y otra de Homer Simpson escribiendo a mano con la leyenda: “Así trabajaban en 2022”.
También hubo publicaciones más reflexivas, cuestionando la enorme confianza que la humanidad ha depositado en una única empresa. “Es como si Internet tuviera un solo cerebro… y se fue de vacaciones sin decirnos”, tuiteó un analista.
Impacto en el trabajo, la educación y la investigación
La interrupción afectó no solo a empresas o freelancers, sino también a profesores, estudiantes e investigadores. Muchos educadores usan GPT para crear guías, ejercicios y clases interactivas. Alumnos de todo nivel, desde escolares hasta universitarios, dependen del chatbot para estudiar o hacer tareas.
Instituciones académicas también se vieron afectadas: varios laboratorios que integran GPT-4o como interfaz para análisis de datos, traducción automática de papers o exploración bibliográfica quedaron inoperativos. Investigadores compartieron capturas de sus chats vacíos, frustrados al no poder recuperar respuestas o continuar experimentos.
En la educación remota, que en muchos países sigue siendo relevante, la caída dejó sin herramientas de apoyo clave. Esto plantea un interrogante de fondo: ¿cómo adaptarse cuando el facilitador más versátil del aprendizaje moderno se apaga sin previo aviso?
Causas técnicas y el silencio (temporal) de OpenAI
OpenAI no dio explicaciones técnicas detalladas durante las primeras horas. Solo a las 13:00 UTC (10:00 en Chile), la empresa actualizó su status page indicando que habían “identificado el problema subyacente” y estaban trabajando en una solución escalonada.

Expertos especularon sobre posibles causas: sobrecarga de tráfico (GPT-4o ha incrementado la demanda), errores en la infraestructura distribuida, fallos de enrutamiento, o incluso problemas con proveedores como Microsoft Azure. Algunas voces mencionaron la posibilidad de un bug introducido en alguna actualización silenciosa del backend.
Hasta el cierre de esta edición, no se ha revelado un post-mortem oficial. Esto ha generado críticas: para una herramienta de la que dependen millones, se espera más transparencia. El hermetismo de OpenAI contrasta con la política de otras techs que publican reportes detallados tras caídas similares.
Alternativas durante el apagón: ¿quién llenó el vacío?
Durante la caída, los usuarios migraron a otras plataformas. Claude 3 (Anthropic) y Gemini (Google) reportaron aumentos de tráfico significativos. También Perplexity AI se posicionó como una opción rápida para quienes necesitaban continuar con tareas urgentes.
En redes, algunos recomendaron recurrir a modelos de código abierto como Mistral o LLaMA 3, aunque su instalación no es tan accesible para usuarios promedio. Quedó claro que pese a la hegemonía de OpenAI, hay alternativas… pero pocas ofrecen el mismo nivel de integración, usabilidad y resultados afinados.
Muchas empresas, además, descubrieron lo riesgoso de depender de una única API para toda su cadena de productividad. El evento disparó conversaciones internas sobre estrategias multicloud, redundancia y backup de modelos. Una alerta con sabor amargo, pero necesaria.
¿Y ahora qué? Recuperación, promesas y próximos pasos
Alrededor del mediodía, los servicios comenzaron a restablecerse. Primero volvió el acceso web, luego las apps móviles y, más tarde, las funcionalidades de voz y los GPTs personalizados. OpenAI actualizó su dashboard confirmando la resolución del incidente.
Sin embargo, la experiencia dejó huella. Muchos se preguntan qué medidas tomará la compañía para evitar una repetición. Se espera un informe técnico en las próximas horas y posibles mejoras en la infraestructura de resiliencia. También se discute si ofrecerán compensaciones a clientes empresariales de ChatGPT Plus y Teams.

Sam Altman aún no se ha pronunciado al respecto, lo cual sorprende, dado su presencia habitual en redes. Es probable que una vez estabilizados los sistemas, OpenAI active su plan de contención reputacional con una mezcla de transparencia técnica y promesas de confiabilidad futura.
Reflexión: la dependencia invisible y el poder de una sola IA
Lo que ocurrió este 11 de junio de 2025 fue más que un apagón: fue un espejo de nuestra relación con la inteligencia artificial. Descubrimos, de golpe, cuánto hemos delegado en una herramienta que damos por garantizada. Y también qué tan centralizada está esa confianza: una sola empresa, una sola infraestructura.
¿Es saludable depender tanto de una única IA? ¿Qué pasará cuando estas herramientas estén aún más integradas, en salud, finanzas, seguridad o transporte? La caída de ChatGPT nos ofrece una lección temprana: diversificar, comprender los límites de la tecnología y no perder la capacidad humana de adaptarse.
En medio del caos, hubo algo positivo: por unas horas, miles de personas redescubrieron que podían trabajar, pensar y crear sin IA. Y aunque muchos suspiraron de alivio cuando ChatGPT volvió, algo cambió. Quizás la próxima vez estemos mejor preparados.
Cuando el copiloto falla, el piloto toma el mando
El colapso de ChatGPT no fue solo un fallo técnico: fue un fenómeno sociotecnológico que puso en pausa un engranaje global invisible. Nos recordó que la inteligencia artificial, por potente que sea, no es infalible. Y que si vamos a construir el futuro sobre ella, debemos hacerlo con equilibrio, redundancia y responsabilidad.
Las próximas horas traerán más detalles, análisis técnicos y quizás nuevas estrategias de OpenAI. Pero la conversación ya comenzó: ¿cómo convivimos con una IA tan poderosa como vulnerable? La respuesta definirá buena parte del futuro digital.