Declarada foodie, Young Miko, natural de Añasco, continúa conquistando los escenarios internacionales, pero siempre lleva como bandera sus tradiciones y el vínculo con sus raíces puertorriqueñas.
Durante su reciente participación como editora global invitada en Metro, mostró una faceta íntima y profundamente boricua, donde la comida es su “lugar seguro” que la conecta con su familia, con su isla y se convierte en su lenguaje del amor.
De cara a sus conciertos en el Coliseo de Puerto Rico, la intérprete reveló una de sus solicitudes más especiales. “Para los shows en el ‘Choli’, pedí coquito para todos los camerinos. Todo el mundo tiene que beber coquito”.
Su pasión por la cocina y las tradiciones puertorriqueñas nace en su hogar. Su plato favorito no pertenece a la alta gastronomía y es un recuerdo de la niñez.
“Mi plato favorito son los nuggets… los que hace mami”, comparte con la naturalidad que la distingue. A sus 28 años, confiesa que su regalo ideal de cumpleaños continúa siendo el mismo. “Al día de hoy, lo único que quiero de cumpleaños es que me cocinen nuggets”, revela.
Los viajes constantes la han llevado a apreciar aún más los sabores de la cocina casera puertorriqueña. “Estoy viajando mucho, estoy más afuera que en mi casa, y la comida de los hoteles y los aviones es distinta”. Por eso, volver a Puerto Rico significa reconectar. “Arranco para Metropol, para Palomino o para Sullivan’s BBQ. Y si de casualidad mi mamá está en casa cuando llego, pues ella ya sabe. Ella no me pregunta”, enfatiza.
Entre los platos que mejor la describen, mencionó uno que considera también ilustra su música y su personalidad. “Yo como mucho la chuleta con arroz mamposteado. La chuleta puede ser un poco más… no sé si agria es la palabra, pero los amarillitos son muy dulces y el mamposteado tiene mucha sazón, es sabroso y suavecito. La chuleta te contrasta”. Entre risas, admite que esa combinación también refleja su carácter.
Su identidad culinaria aparece incluso en los cócteles que disfruta, desde el mojito de coco que toma en la zona oeste de la isla hasta tragos más sobrios. “El Old Fashioned me hace sentir un poco más seria. Y ya, en el mojito de coco, estoy más en la costa oeste. Depende de cómo uno se siente”.
Al hablar de la Navidad, se emociona. Además del coquito —la tradicional mezcla cremosa de coco, leche, especias y ron— disfruta del lechón y los pasteles que prepara su abuela. “Mi abuela hace unos pasteles increíbles”. Y ante el debate de los pasteles, no lo piensa dos veces: “Soy team (equipo) kétchup. No me juzguen por favor”.
Su relación emocional con la comida viene de la infancia. “Desde que soy muy chiquita, mi mamá me expresa su amor cocinándome. Y mi papá, cada vez que podía, ahorraba lo que pudiese para salir a comer en familia”. Para esta, compartir la mesa es un acto de cariño. “Mi love language (lenguaje amoroso) mayor es llevarte a comer. Te voy a pedir algo, y tan pronto lo muerdes, te pregunto: ‘¿Te gustó?”.
Ese apego a los sabores también se convierte en aspiración profesional. “Me encantaría tener un restaurante o un coffee shop, también. La comida definitivamente es algo con lo que comenzaré a involucrarme eventualmente”.
En plena temporada festiva, reflexiona sobre lo que verdaderamente importa.
“Es una época muy familiar. Es importante regresar a las raíces, a esas cositas que te hacen sentir en casa. Es una bendición demasiado grande poder tener ese apoyo”, concluye.

