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La 23 del Vedado

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El que está en La Habana tiene que pasar por la Avenida 23 del sector El Vedado. Este es un espacio de tránsito de locales y forasteros. Con cierta facilidad, diferencias quién es de allí y quién anda de visita. Aparte de sus cámaras fotográficas y botellas de agua visibles, que todas las veces cargan y delatan a los turistas, sabes quién es cubano porque muchos de ellos tienen un tumbao, una forma especial de caminar, muy rítmico. Avanzan como si todos supieran algo de danza. Quizá no me equivoco.

Un muchacho de 29 años, en una de las tantas pizzerías estatales que hay en la Avenida 23, me dice en medio de una charla amistosa:uno sabe quién es cubano con solo mirarle los talones de los pies, por lo mucho que ha caminao.Lo de tener un carro es casi un lujo en toda Cuba. Entonces, unas buenas piernas ágiles pueden llegar a considerarse tesoros. Garantías de cierta autonomía para, al menos, buscar cómo moverse por la ciudad.

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Las guaguas públicas van casi siempre repletas de personas. Día y noche, los taxistas, en carros rusos marca Lada y almendrones (veh í culos cl á sicos Ford, Cadillac, Willys y Pontiac de los a ñ os 1950 s), llevan y traen todo tipo de personas por la Avenida 23. Habana Vieja, Calle L í nea, Miramar, Plaza de la Revoluci ó n, Paseo y Calle Infanta, son algunas de las rutas m á s comunes que circulan los choferes desde la Avenida 23.

Mucho pasa y muchos pasan por esta avenida larga con tiendas y timbiriches de ropa, zapatos, películas y celulares. Con oficinas de instituciones estatales y puntos de control de la policía.

Por las aceras amplias, los vendedores ambulantes ofrecen cakes(bizcochos o tartas de cumpleaños); las jineteras y jineteros (prostitutos) conectan sus clientes con y sin disimulo; también hay señoras y señores que promueven su maní, flores, crucifijos, estampillas de santos católicos y manguillos transparentes para sujetadores (brassieres) de mujer.

La Avenida 23 está plagada de paladares (restaurantes particulares) y unidades gastron ó micas estatales, estas ú ltimas ya han comenzado a convertirse en cooperativas de negocio, con administradores nombrados por el gobierno. 

La Casa del Perro Caliente, El Mandarín, El Cochinito, El Carmelo, Cinecitta y Fresa y Chocolate son algunos de los lugares más reconocidos de la Avenida 23 para comer comida china, criolla e italiana, que aún son manejados por el estado cubano.

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Explica la enciclopedia cubana en línea Ecured que antiguamente esta avenida céntrica y emblemática de la capital fue un área colmada de depósitos de canteras de piedra que logró su máximo esplendor arquitectónico, urbanístico y cultural en las décadas de 1940 y el 1950.”  

Caminando sobre las pintorescas aceras de roca granito, entre las cinco cuadras que constituyen la famosa zona de La Rampa en la Avenida 23, te topas con un mural de letras grandes en color rojo que lee: ¡Viva Cuba Libre! Puede traducirse como propaganda o consigna emancipadora, según el cristal con que se mire. Desde luego.

Si sigues bajando por esa rampa, al final se impone el Malecón habanero, ese muro de 4.5 millas (8 kilómetros) que separa al norte de la ciudad de las aguas del Golfo de México y del Estrecho de la Florida. La majestuosa muralla corre desde La Habana Vieja hasta encontrarse con la zona de Miramar, un sector residencial y comercial que alberga casonas grandes y embajadas de diversos países del mundo.

Hacia el otro extremo, en dirección este, y antes de cruzar las 35 cuadras de la Avenida 23, que culminan fundidas con la Avenida 41, atraviesas el Río Almendares. La poeta cubana Dulce María Loynaz se refirió a este cuerpo de agua como uno de nombre musicalque, aunque no sea el más hermoso o el más limpio del mundo, es mi río, mi país, mi sangre.

Tanto la ventana hacia el mar desde el Malecón, como este Río Almendares, que inspiró las mentes creativas de escritores nacionales como Loynaz, son recursos naturales y espacios de desahogo que complementan el poblado y denso entorno urbano de La Habana.

Por la Avenida 23, se mueven de un lado y otro estudiantes y universitarios. En el área hay escuelas estatales de todos los niveles. También está muy cerca la prestigiosa Universidad de La Habana y sus diversas facultades.

Son muchos estudiantes los que en sus horas de receso visitan el céntrico Café G, situado entre las avenidas 23 y de los Presidentes. Ordenan un capuchino, refresco, cerveza, sangría o mojito en moneda nacional. En ese mismo lugar comparten intelectuales, bohemios, santeros, músicos, artistas, funcionarios estatales y algunos chicos, de no más de 20 años, que cursan el servicio militar. “Dan muela(conversan) con algún socio(amigo) con el que coinciden. En esta calle principal e histórica de La Habana, el Café G es un lugar icónico de intercambios y conexiones entre jóvenes y mayores.

En la calle entre la 23 y la Avenida de los Presidentes, comúnmente llamada solo como G, observas en la rambla central la estatua del presidente chileno Salvador Allende, quien, contento, sostiene su mano izquierda hacia arriba. A la vista está también el presidente mexicano Benito Juárez, el panameño Omar Torrijos y el ecuatoriano Eloy Alfaro. Hoy permanece en reparación la escultura en honor al libertador venezolano Simón Bolívar.

En las tardes y noches, muchos jóvenes cubanos se apropian de los alrededores de este parque. Entre las   estatuas de estos dignatarios latinoamericanos, los muchachos corren patineta, fuman, beben ron, cantan trova, salsa y reguetón. También están los que se amanecen jugando dominó.

Otro protagonista de esta Avenida 23 es el histórico Habana Libre, antes de 1959 fue brevemente el Hotel Habana Hilton. Esta hospedería de primera clase es una obra arquitectónica desarrollada durante la presidencia de Fulgencio Batista y fue inaugurada en marzo 1958. Al triunfar la Revolución Cubana ese último año de la década de 1950 sirvió como sede temporera del gobierno revolucionario de Fidel Castro.

Asimismo, la Avenida 23 es reconocida por sus salas de cine para chicos y adultos. Durante el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericana, que se celebra todos los meses de diciembre desde 1979, los teatros de esta avenida del barrio El Vedado reciben a miles de espectadores nacionales y del exterior. Los cines Rampa, Yara, Riviera, Chaplin y 23 y 12 se llenan a capacidad. Llama la atenci ó n presenciar la conducta, el carisma, del p ú blico cubano mientras ve una pel í cula. Oyes gritos: “¡¡¡ qu é clavo!!! , cuando el filme es malo. Y risas, aplausos o llantos desgarradores, cuando lo que pasa en la trama les hace conectar emocionalmente. 

Todos los días cerca de 15 mil personas hacen la cola (la fila) para comerse un helado nacional de la Heladería Coppelia en la Avenida 23. Como me recalca una mujer mientras esperamos en línea con paciencia, el sabor favorito de los cubanos es el de chocolate. Si no hay, es como si no hubiera nada.” 

Muchos jóvenes cubanos se divierten, principalmente en noches de viernes a domingo, con el conocido 3 en 1 habanero. Actividad que constituye: 1)la visita a la Heladería Coppelia; 2) a uno de los cines del á rea; y 3) para cerrar la noche, la parada obligada al Malec ó n. Este es el tres en un actividades que entretiene muchas noches en La Habana. 

En tanto, es casi obligado que los locales y extranjeros amantes del jazz y los ritmos cubanos pasen por el club La Zorra y el Cuervo, localizado en la misma Rampa de la Avenida 23. Recientemente, han pisado el escenario de este espacio nocturno músicos como los pianistas cubanos Roberto Fonseca, que integró el proyecto Buena Vista Social Club; y el joven virtuoso del género Cuban Jazz Jorge Aragón; también grupos cubanos como el melodioso cuarteto femenino Sexto Sentido, quienes han colaborado con Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.

No se pueden pasar por alto tres lugares tan diferentes, como característicos, de esta Avenida 23. Primero, el Parque del Quijote, con la estatua desnuda de este héroe de la Literatura Universal. Segundo, el Cementerio Cristóbal Colón, con su histórica entrada entre las calles 23 y 12, contigua al área donde fue colocada la tribuna desde donde Fidel Castro, en 1961, anunció el carácter socialista de la Revolución Cubana. Y tercero, el Jalisco Park en las calles 23 y 18.

Este último lugar tan emblemático de la Avenida 23 es un pequeño parque de atracciones para niños, que ha servido de inspiración para músicos cubanos como Carlos Varela. El trovador escribió un tema nostálgico sobre cómo la niñez vio y creció los procesos históricos de los últimos 50 años en Cuba a través de las machinas de feria del Jalisco Park. A pesar de las marcas del tiempo y algún aparato muerto,este parque sigue divirtiendo a nuevas generaciones de niños en La Habana.

Pero todos estos nombres y números de calles son letras muertas, si no se recorren. Si no se está allí. Si uno no suda esa Avenida 23.

Para el curioso que le interese, le recomiendo que cierre los ojos y haga un ejercicio concienzudo de imaginación. Trate de sentirse habitado por la ciudad de La Habana (lo que crea que es); atrapado por sus melodías musicales y los ruidos del tráfico; las pestes a combustibles y los olores a guisos de frijoles negros. En fin,   intente visualizar y, a la vez que visualiza, sienta las tantas luces y sombras que distinguen a Cuba del resto del mundo. Todo eso que se imagine, y lo que no logre pensar, también camina por la 23 del Vedado habanero.

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