Hace unos días habían dos personas repartiendo flyers en la misma luz. Cogí el primero, una promoción de aires acondicionado. Lo tiré en el asiento del pasajero.
Miré hacia el frente y vi que el segundo sujeto se queda hablando con los conductores. Análisis rápido: está hablando de Dios. No me gusta que me hablen de Dios. Cogí el otro flyer y empecé a leerlo para evitar contacto visual con él. Me miró. Lo miré. Error.
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Bajé mi cristal y me entregó una pequeña tarjeta con la imagen del niñito Jesús. La miré y la puse en el cup holder.
“Dios te bendiga”, dijo. “Amén”, le contesté (cosa que respondo más por respeto que por otra cosa).
Me explicó que él y su compañero de la iglesia se dedican a darle comida a los vagabundos. “Mano, que cool. Eso está súper bien”, le dije. “¿Puede aportar con algo? El gobierno no nos ayuda a correr nuestro programa” me dijo, mientras con ojos que parecían tener rayos x, inspeccionaba todo lo que había dentro de mi carro.
Miré a mi alrededor y le dije, “no tengo efectivo”. “¿Nada?”, dijo con insistencia. Volví a mirar y abrí la pequeña gaveta que está llena de menudo. “Le puedo dar todo esto, son un montón de chavitos prietos, pero ese es el cash que tengo. Se lo puedo dar”. Miró con desprecio y dijo “yo no quiero eso”.
Me despreció en el nombre del Señor. Para él, mi aportación para “la obra que Dios hace a través él” no era lo suficientemente buena.
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Entonces, en esa misma línea, algo similar me pasó con un cura. Vivo al lado de una iglesia en la que cortan la grama todos los miércoles a las 7:00 a.m. Y, les digo, no hay cosa más devastadora que estar teniendo un sueño espectacular y que un trimmer te despierte.
Le preguntamos al cura si podía cortar la grama un poco más tarde. Por lo menos a las 8:00 a.m. ¿Saben qué? En el nombre del Señor, el cura nos dijo que no. Su trimmer me hace gritar “Dios mío” sin haber salido de la cama.
Con estos ejemplos busco hacer una cosa clara: no por decir que eres cristiano, lo eres. Hay que serlo y parecerlo.
Yo crecí conociendo lo que debe ser un buen cristiano. Por ende, yo nunca digo que soy cristiana; siempre estoy criticando a todo el mundo, bebiendo y haciendo esas cosas que según la iglesia nos deben hacer sentir culpables. Es más, quizás la iglesia se inventó el sentimiento de la culpa… pero eso es otro tema.
Soy de las que piensa que la fe es importante en la vida de muchos. Les ayuda a vivir. Yo vivo a mi manera y respeto las creencias de todo el mundo.
Pero, estoy hablando específicamente de esos “cristianos” que ya les describí. Los que piensan que una aportación monetaria no es buena si no es grande; y los que predican que hay que tener respeto, pero no tienen consideración por su prójimo.
“Cada uno de vosotros ponga aparte algo, según (Dios le) haya prosperado”, dice la Biblia que lee ese cristiano que despreció mi dinero. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, dice uno de los mandamientos de la Biblia que predica ese cura al que no le importa molestar a los vecinos.
Esa es la gente que opaca las obras de los verdaderos cristianos. Así que, como dice mi papá, si eres cristiano que se te note.