“Qué Qué”

"Entiendo que sí"

Lea la columna de opinión de Dennise Pérez.

Quizás sea por mi formación profesional o quizás sea por mi personalidad, pero hay expresiones de la gente que verdaderamente deberían desaparecer, no porque me saquen por el techo a mí, sino porque son manifestaciones que aportan poco y complican mucho.

Llámeme odiosa, pero siempre me he preguntado cómo en el mundo profesional alguien puede vivir con la respuesta “entiendo que sí”. Es más, olvídese de lo profesional. En la cotidianidad, en la vida. Lo escucho tanto y tanto que simplemente creo que voy a empezar a escribir palitos en una servilleta, tachando cada cinco, y lo voy a publicar diariamente en mi estatus de Facebook.

Siempre he dicho que no hay nada peor en la vida que la sensación de incertidumbre en cualquier aspecto. La expresión “entiendo que sí”, en mi diccionario de frases, debe colocarse al lado de un emoji tembloroso, a punto del vómito y con cubeta al lado. 

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¿Cómo es posible que alguien se conforme con decir “entiendo que sí”? Vamos a ponerlo desde lo más trascendental hasta lo más trivial a ver si usted me comprende.

Cuando usted va al médico, congestionado, esmonguillao, y el médico le pregunta si está mocoso, usted no le dice: “Entiendo que sí”. O tiene mocos o no tiene mocos. O a la inversa, que el médico le pregunte si está bien. Imagínese que el médico le diga: “Entiendo que sí”. Está fastidiao. Eso es con algo tan importante como la salud. Vaya a su trabajo: “Jefe, ¿puedo tomar libre el lunes que viene?”. “Entiendo que sí”. La primera quizás amerita más investigación. La segunda te deja a si voy o no voy. El vago no va. El que no es vago quizás vaya, depende de lo que entienda.

“¿Acepta como esposo a tal persona?”. “Entiendo que sí. ¡Ah, pues!

Un poco más insignificante: “¿Quiere ir al baño?”. “Entiendo que sí”. ¿Que quééé? ¡O se hace o no se hace!

Esas vaguedades de expresión son malísimas. Y funcionan en los mundos ambiguos como el nuestro. Para ser exagerada pero para que me entienda, no me puedo imaginar que alguien en los tiempos aquellos de la inquisición preguntara: “¿Vida o muerte?” “Entiendo que sí”. En esos tiempos me puedo imaginar enrollando mis ojos con desesperación. “¿O vida o muerte? ¡Dime!”.

He escuchado a abogados decir: “Entiendo que sí”. Y una vez le pregunté a uno si lo usaba en su vida profesional. Imagínese usted. “Licenciado, ¿cómo se declara su cliente? ¿Culpable o inocente?”. “Entiendo que sí”.  ¡Dame paz!

Hay momentos en que ser definitivos es importante. “¿Frío o caliente? ¿Crudo o cocido?”.

Otra frase que suelen decir como por salir del paso es “por eso”. He tenido frente a mí a gente que dice una cosa y cuando uno le responde te dicen “por eso”.  Ajá, ¿por eso qué? ¿Por lo que te dije yo o por lo que dijiste tú?  Qué difícil es comunicarse a veces…

Quizás yo no sea la persona más paciente del mundo ni la más elocuente. Pero hay manías que deberíamos eliminar del sistema para que nos comuniquemos mejor. Quizás si se pone en el lugar del otro no sé qué solución ofrecer. Quizás escribir como cuando uno es chiquito mil veces en un papel: “No diré ‘entiendo que sí’. No diré ‘entiendo que sí’”. Ya yo no le digo a nadie que me está matando con su expresión, pero algo en mí escucha esas frases y se va en automático a ignorar el resto de la comunicación.

“Por eso”, si usted “entiende que sí”, diga “sí”… ¡pero dígalo claro!

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