Foto: Dennis A. Jones/Metro PR
Asesora Julia Keleher:
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Seré franco con usted. A los puertorriqueños (as) nos cayó como balde de agua fría cuando esta semana descubrimos que se le mintió al país durante su proceso de confirmación.
Se nos dijo que usted no cobraría un centavo por su trabajo como secretaria del Departamento de Educación pero NO se nos dijo que al mismo tiempo sería asesora de reestructuración de la agencia que funciona como brazo operacional de la Junta de Control Fiscal de Estados Unidos en Puerto Rico.
Tampoco se nos dijo que su salario anual sería de 250 mil dólares. Es decir, usted ganará más o menos en un mes lo que el maestro promedio gana en un año.
A la mayoría nos parece muy injusto esto pues, si hoy tengo la oportunidad de escribir estas líneas, y miles de puertorriqueños(as) pueden leerlas, es porque hubo maestras y maestros que, con gran vocación y muchos sacrificios, nos educaron. Al igual que todos los países del mundo lo que los puertorriqueños hemos podido lograr lo debemos en buena medida al trabajo que realizaron nuestras maestras y maestros.
Quienes tenemos familiares o personas cercanas que sirven en el magisterio hemos vivido muchos años con sus anécdotas de terror en las que tienen que apartar una cantidad de sus salarios para abastecerse de la canasta de utensilios básicos, pagar fotocopias, comprar papel de baño y productos de limpieza para que existan condiciones mínimas para educar a nuestras próximas generaciones.
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Habrá escuchado que muchos de los maestros que supervisa trabajan 10 y 12 horas al día, pues no solo realizan su trabajo en el salón, sino que desde su hogar corrigen exámenes y asignaciones, planifican, completan informes y muchos otros procesos burocráticos con los que tienen que cumplir.
Estoy seguro que durante sus visitas a nuestras escuelas pudo constatar que atienden casi una treintena de estudiantes por salón, muchísimos de ellos con rezagos en el aprendizaje o situaciones de desamparo emocional, maltrato, inestabilidad familiar e incluso hambre. Las maestras (os) en Puerto Rico son educadores, sicólogos, consejeros y orientadores.
La verdad señora asesora es que no ponemos en duda que su trabajo valga 250 mil dólares al año. Lo que pasa es que en Puerto Rico sufrimos escases – y por eso se buscan con ansias- de servidores (as) públicos. Seres humanos que lideren al país por el ejemplo y no por el peso que tenga su posición. Es decir, que si obligan al país a moler vidrio con la boca (llevamos en esas una década) nuestros líderes también lo hagan en su justa proporción.
El día que los maestros cuando menos ganen 40 mil dólares al año, nuestros estudiantes tengan materiales adecuados para estudiar, trabajadores sociales, sicólogos y aulas dignas en las cuales liberarse de las cadenas que buscan atarlos a la ignorancia, ese día nadie protestará si usted gana 250 mil dólares.
Con toda probabilidad no entienda esto porque no tiene vocación de servicio público. Se quedó no por compromiso con este país sino porque bajo su nuevo contrato se le dio un aumento de casi 10%.
Usted no se está sacrificando, sigue viviendo cómoda, privilegiadamente, mientras los empleados que supervisa y la mayoría en Puerto Rico no sabe si tendrá empleo el próximo mes o ha visto su salario drásticamente reducido.
Usted se quedó en Puerto Rico porque la Junta la envió con una misión muy clara que nos revelo esta semana: cerrar cientos de escuelas y ver la educación como un “producto” que hay que mejorar y no como la herramienta de liberación y redención colectiva de una sociedad.
Su gestión comenzó mal Julia. Porque ya nos mostró sus verdaderos colores e intenciones. Al igual que la Junta, los Fondos de Cobertura y muchos en la administración del gobernador, está aquí por nuestro dinero. Y de eso ya estamos cansados.