La noche del 31 de diciembre 2021 hubo dos despedidas de año: la nuestra en español, por Telemundo, y la de ellos en inglés por la cadena estadounidense ABC. En dos tarimas se despedía el año en Puerto Rico a son de salsa, plena, aguinaldos, décimas y merengue. En una tercera tarima, geográficamente también en Puerto Rico pero en otra dimensión, Roselyn Sánchez y Daddy Yankee hicieron un numerito de 5 minutos que salió a las 12:30 am, hora de Puerto Rico, por ABC. ¡Un anuncio que costó millones!
Fueron dos eventos en el mismo espacio, el Distrito T-Mobile del Centro de Convenciones de Puerto Rico. No obstante, ocurrieron en dos dimensiones paralelas, como las de la serie de los sesenta “La dimensión desconocida”. El evento dizque “nacional” fue confuso, nadie de mis conocidos y familiares en Estados Unidos vio esa despedida en el programa Dick Clark’s Rockin’ New Year’s Eve. Varios tuiteros dicen que salió el conteo, pero nadie vio la “estrella ascender”, un montón de afiliadas de ABC cortaron el conteo, siendo que eran las once de la noche en Nueva York, sede ancla del programa.
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En el universo paralelo del Dick Clark’s Rockin’ New Year’s Eve, fabricado para promover el turismo y la estadidad se proyectaba un mundo plateado, simulando el brillo de la nieve con un ritmo tropical popularizado globalmente, que resultó en lo que los jóvenes llaman un papelón—un soberano ridículo. Allí, una chica plástica y un icono boricua que alcanzó la versión criolla del “sueño americano” (el niño de caserío que se convirtió en millonario), despidieron el año del nuevo “P FKN R”. El Puerto Rico de Bad Bunny, Benicio del Toro, y esos nuevos ricos boricuas que quieren restregarle en la cara a los americanos racistas que ellos son F Puerto Ricans.
Ese Puerto Rico paralelo tiene mucha forma y poco contenido. Allí la cultura es una mercancía, que se vende y se consume; no se trata de una expresión del ser. Ese es el Puerto Rico de los exitosos, los que “lo lograron” en la metrópoli, ganadores de Emmys y Grammys “Latinos”, jueces del tribunal supremo de Estados Unidos, profesionales y políticos boricuas, que ahora como élite de la diáspora se ofrecen con espíritu paternalista-filantrópico a “rescatarnos” de los efectos desastrosos de huracanes, temblores y pandemias. Esos que abogan por una igualdad postcolonial a expensas de la libertad de un pueblo.
Para mí, ese es un Puerto Rico vacuo, sin coordenadas afectivas y lazos culturales nebulosos que existen sólo en ese mundo paralelo de los exitosos. El Puerto Rico auténtico es el de los chinchorros, la salsa, el reggaetón, las trullas, las masacres, los carros destartalados, los tapones, los apagones, el calor y el sudor, así como el de la diáspora expulsada que añora lo que dejó.
Si alguien lo dudaba, lo que pasó en la despedida del año 2021 es la confirmación de que Puerto Rico es una nación latinoamericana. En la despedida de aquí para el mundo y por “Telemundo” no había nieve, ni abrigos, ni imágenes de regiones templadas. Lo que había era pura salsa caliente, merengueras/os, y bailarinas/es y trovadoras/es dando “piquete”—“el caderamen masa con masa” diría Palés. El mundo de Telemundo es Latinoamérica y los latinoamericanos, a los estadounidenses que ven el show de Dick Clark les importa un pepino angolo ver el primer conteo en español en la historia de ese evento; se fueron a anuncios, informes del tiempo y hasta un sorteo de lotería. Pierluisi y sus achichincles se quedaron vestidos y alborotados.
Estamos presenciando una tercera gran transformación de Puerto Rico. La primera, del cafetal al cañaveral, que produjo el Lamento Borincano de Rafael Hernández. La segunda del cañaveral a la fábrica, que produjo dos nuevos himnos nacionales: En mi Viejo San Juan y Verde Luz. La tercera parece dirigirse hacia un Puerto Rico sin puertorriqueños en la que hay que afirmar que somos Puerto FKN Ricans. Un Puerto Rico gris habitado por élites adineradas y sin patria que se apoderan de nuestras playas, desplazándonos a nosotros, los mulatos, fiesteros, pecadores y trabajadores. Nuevamente somos expulsados de la Isla en una ola migratoria y marginados en nuestro suelo mediante la creación de burbujas residenciales de estadounidenses (Rincón, Dorado, Vieques), donde nuestro acceso es restringido por barreras físicas y/o económicas. Pero no les quepa duda, los pueblos sobreviven y el puertorriqueño es como el anamú, la yerba que el cabro no mastica. Seguiremos siendo puertorriqueños hasta en la luna.