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Opinión de Julio Rivera Saniel: ¿Por qué no quieren trabajar? ¿O sí quieren?

Lee la columna de opinión del periodista Julio Rivera Saniel

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El asunto ya venía ocurriendo antes de la pandemia, pero en tiempo reciente la cosa parece haber empeorado. Patronos de diversos sectores de la economía, entre ellos los tan añorados laboratorios, están reportando problemas para reclutar empleados. No importa si colocan convocatorias abiertas para sus puestos disponibles o si utilizan agencias de empleo, el asunto es que no logran llenar las posiciones disponibles.

El asunto se ha convertido en una queja constante de los reclutadores que han tenido que llegar al punto de ofrecer incentivos o bonos para quienes acepten ser contratados. Algo así como un “quédate por favor” en forma de chavitos extras. Pero tampoco funcionan.

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Entonces, a la hora de explicar lo que ocurre, han surgido teorías diversas. La más popular, la que culpa a las ayudas federales. Y en algunos casos algo tendrá de cierta. ¿Quién dejaría voluntariamente de recibir ayudas que superan por mucho el salario recibido antes de la pandemia, para regresar a trabajar -perder las ayudas- ganar menos y pagar cuido para los hijos? No. Los números no cuadran.

Sin embargo, aun cuando esa lógica económica puede responder a la pregunta de la falta de mano de obra disponible para cumplir con la demanda de empleos, hay otro montón de factores que no se incluyen en la ecuación y que apuntan a problemas de fondo aún mayores. Es preciso recordar que antes de la pandemia ya el asunto de la dificultad de llenar posiciones de empleo disponibles existía. Entonces, ¿por qué no quieren trabajar? ¿O es que esa, la de “no querer”, no es la premisa correcta?

Las posibilidades son múltiples. Una de ellas, los salarios disponibles. Para miles de personas con grados de bachillerato o maestrías resulta en un rotundo “no” aceptar posiciones de empleo que pagan mucho menos de lo que suponen sus expectativas. O lo que es lo mismo, no estudiaron un posgrado para trabajar en el servicarro de un restaurante de comida rápida. Ese abismo entre las expectativas de empleo y salario ha traído otro de esos factores que debe ser puesto sobre la mesa al hablar del mercado laboral: La migración.

Según los datos disponibles, en la última década casi medio millón de personas ha abandonado la isla.Y la mayor parte de quienes lo han hecho son jóvenes en edad productiva. Entonces, si se van los jóvenes, ese hecho se añade a esta cadena de complicaciones que nos trae al escenario actual. La mano de obra que queda disponible es “mayor”. Los jóvenes abandonan el país por lo que muchos puertorriqueños tienen descendencia fuera de la isla. Y los que quedan prefieren no hacerlo o , simplemente, tienen un solo hijo o hija porque “no pueden permitirse tener más”.

Ahí llega el siguiente eslabón: la baja poblacional que, de paso, nos deja con menos mano de obra joven disponible. Otros países, principalmente en Europa y Sudamérica han tenido que aceptar que su baja población hace necesario compensar la salida de mano de obra hábil con inmigrantes, les guste o no. En Alemania, la economía más sólida de la Unión Europea, también hay poca natalidad y el envejecimiento ha provocado que -según un reciente estudio- ese país se vea en la necesidad de atraer 260 mil migrantes en los próximos 40 años para poder cubrir las necesidad de mano de obra. Escenario similares se están viviendo en España y Chile. La principal diferencia entre “ellos” y “nosotros” es que en todos los casos se ha iniciado una discusión, se ha reconocido el problema y se habla de soluciones. ¿Aquí? Aquí solo nos quedamos en el lamento.

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