Los pasados días lo han dejado estipulado. Puerto Rico es, indudablemente, un país con un muy vivo problema de racismo. Ha sido la tragedia de la muerte de George Floyd la que ha forzado la discusión del tema. Una triste coyuntura, sin duda. Pero si algo se ha logrado a nivel local ha sido la visibilización de un problema que tiene raíces históricas difíciles de manejar y aun mas de discutir. Quien decide hacerlo recibe de inmediato el título de “acomplejado” o “changuito”. Una estrategia tan estúpida como abusada, que ha permitido que por demasiado tiempo el tema pase por debajo del radar. Después de todo, son pocos los que están dispuestos a exponerse a tener que explicarse y explicarse y nadar contra corriente.
Pero ya que la mesa está servida, mantengamos la discusión viva. Y hablemos del asunto con toda franqueza. Incomodemos. Porque no puede discutirse un asunto tan complejo sin entrar en aguas profundas. El primer paso es autoevaluarnos. ¿Qué tal si comenzamos a hablar de soluciones?
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Para comenzar, una agenda antirracista debe incluir reformas a nuestro sistema educativo. Resulta inconcebible que a estas alturas del juego el currículo escolar -que ayuda a formar la manera en la que piensan miles de niños y niñas- limite nuestro repaso por la historia negra exclusivamente al tema de la esclavitud. Con pocas excepciones –usualmente promovidas de manera individual por maestros comprometidos- la historia ignora las aportaciones de hombres y mujeres negras a la construcción de nuestro país. Países como Argentina, Cuba, Uruguay, México y Lituania han desarrollado currículos y revisado textos escolares para reconocer las aportaciones de los afrodescendientes. Aquí no. Y eso tiene que cambiar. ¿Qué candidato a puesto público se compromete a hacerlo?
Para derrumbar el racismo es preciso promover la diversidad y la visibilización de rostros negros en todos los entornos, en una forma digna. Desde los medios hasta el Gobierno. ¿Cuándo fue la última vez que un gobernador o gobernadora nombró alguna persona visiblemente negra para ocupar un puesto importante en su gabinete de gobierno? Otros países que podría argumentarse tienen una población de afrodescendientes menor a la nuestra en nuestro contexto caribeño han adoptado medidas gubernamentales para promover la diversidad y la representatividad. Argentina, por ejemplo, ha iniciado una campaña nacional de visibililzación para aumentar el conocimiento de la población sobre las aportaciones de hombres negros y negras de ese país. México ha lanzado una campaña nacional bautizada “Soy Afro, me reconozco y cuento” con un fin similar. Porque a fin de cuentas, lo que no se conoce, no existe. En Bolivia, por ejemplo, se ha creado el Concilio Nacional de Afro bolivianos” para atender las necesidades de esa población. Costa Rica, de igual manera, ha creado la “Oficina del Comisionado presidencial para asuntos relacionados a los afrodescendientes”, un ente permanente que incide en la creación de política pública.
¿Y qué tal nuestro marco legal? En los últimos días veíamos con sorpresa cómo un matrimonio en el pueblo de Canóvanas no ha podido hacer más que soportar los ataques racistas de una vecina. Soportar y aguantar, porque cuando llaman a la policía para reportar los hechos les aseguran que no puede hacerse nada más que radicarle querellas por alteración a la paz. ¿Cómo e eso posible? Porque según abogados consultados, no existe delito local que tipifique ese y otros tipos de manifestaciones racistas como delito. Incluso, los actos de esa mujer podrían estar protegidos bajo el manto de la libertad de expresión. En cualquier caso, la mujer sólo podría ser procesable por “alteración a la paz”, “Ley de Acecho” o alguna disposición de la Ley 140 que atiende conflictos entre vecinos. Nunca por “racismo” porque en Puerto Rico el racismo no es delito. En el mejor de los casos, solo un agravante a algún otro delito, bajo el manto de la Ley de “crímenes de odio”. Grecia, por ejemplo, ha destinado 5 fiscales especiales para atender delitos de índole racista. Lituania, por otra parte, monitorea los medios de comunicación para identificar y procesar contenido racista y xenofóbico.
En definitiva, que nuestros gobiernos han ignorado históricamente el tema del racismo y por lo mismo han pecado por omisión. Tanto que Naciones Unidas declaró el periodo entre 2015 y 2024 como el “Decenio internacional para los afrodescendientes”, un esfuerzo que bajo el lema “Reconocimiento, Justicia y Desarrollo”, ha logrado estimular a los Estados a impulsar políticas públicas dirigidas a erradicar el racismo, los prejuicios y la discriminación racial. ¿Qué iniciativas se han impulsado en la isla desde entonces? Y, en medio de la actual coyuntura, ¿Quién incluye en sus plataformas y, luego, lleva a la práctica iniciativas antirracistas que reconozcan la realidad del problema y propongan soluciones? A ver quién dice “yo”.