opinión

Se nos va la vida

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Enfrentar la emergencia global del coronavirus es una tarea complicada que no descansa solamente sobre los hombros del Estado. Sí, claro que es el Gobierno quien debe dar coherencia a la estrategia para hacer frente a esta emergencia. A nivel local, el Gobierno ha tenido múltiples aciertos. Para empezar, la prontitud con la que se decidió establecer el toque de queda.

También la creación de un equipo asesor encabezado por científicos de primera línea encabezados por la Academia. Sigue siendo un punto débil la falta de acceso a pruebas de detección del COVID-19 para todos.

Sin embargo, con sus claros y oscuros, el éxito o fracaso de la isla en la intención de frenar el avance del coronavirus no depende solo de esa gestión. Somos nosotros, los ciudadanos, los responsables de gran parte del futuro de esta guerra.

Este fin de semana fuimos testigos de un episodio que cargó iguales dosis de pena y rabia. Alguien —según el Gobierno, un religioso­— diseminó de manera irresponsable un audio en el que afirmaba que los comercios cerrarían de manera absoluta y, como si se tratara de un programa de chismes en el que se recurre a “se alega” y “se aparenta”, para borrar la fina línea entre la verdad y la mentira, exhortaba a los ciudadanos a acudir a los supermercados a abastecerse de alimentos, en clara contradicción con las recomendaciones del Estado y la comunidad científica. ¿El resultado? Miles hicieron caso al llamado y abarrotaron los supermercados en filas interminables, adornados con mascarillas, desinfectantes de manos y cuerpos en un “uno a uno” que no tenía fin. En ese punto, el daño del autor del mensaje estaba hecho.

Según los epidemiólogos, se trató del escenario perfecto para que el COVID-19 encontrara nuevos huéspedes, sobre todo a las puertas de una semana que la comunidad científica ha descrito como vital para frenar (o permitir que avance) el contagio del virus.

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Lo descubriremos en las próximas semanas, pero se da por sentado que nuevos contagios surgieron de esa innecesaria visita a los comercios.

Ese acto irresponsable tuvo un aún incalculable daño sobre nuestra población. Pero, a diario, actuaciones individuales añaden a la posibilidad de que colapse nuestro sistema de salud si los casos del coronavirus crecen de manera exponencial.

El lunes, la isla iniciaba la semana laboral con más de 30 casos oficiales. El problema es que, con toda probabilidad, son más los casos que el Estado aún no ha podido contabilizar. Esos mismos científicos de los que hablo han afirmado que, por cada caso oficial, entre 8 y 10 personas más portan el coronavirus en la calle sin saberlo. A eso añada que cada persona contagiada tiene el potencial de contagiar a otras tres personas. Entonces, haga números.

Ahora que los hace, ¿imagine un escenario en el que más de mil personas sean diagnosticadas con el virus y que cientos de esas personas tengan que ser hospitalizadas? En ese escenario, ¿cree usted que podrá dar abasto nuestro sistema de Salud? ¿En qué camas de qué unidades de intensivo y con qué respiradores se les va a atender? Ahora que tiene el escenario potencial, ¿comprende la gravedad del asunto? ¿Puede usted entender que ese escenario potencial supondrá una verdadera tragedia que nos hará incapaces de atender a todos nuestros enfermos? ¿Puede usted comprender que la mayoría de los enfermos de gravedad serán personas que superen los 60 años de edad? ¿Logra entenderlo? Más nos vale que así sea. En un país en medio de una crisis económica, con escasos recursos de salud y un 20 % de sus ciudadanos dentro o cerca de la edad de mayor riesgo de mortalidad por el COVID-19, no debe haber espacio para dudas sobre la gravedad de un escenario en el que perdamos la batalla contra la enfermedad.

Ahora, cuando las ganas incontenibles de agarrar el carro para salir a la calle y dar su decimoquinta visita semanal a la farmacia o el supermercado lo inunden; o cuando vuelva a verse tentado a darle más peso a un anónimo de WhatsApp que a la comunidad científica del país, piénselo dos veces. Por usted. Por los suyos. Por el país.

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