Recuerdo una frase que repetía frecuentemente un amigo: “Ser bueno o malo es fácil, lo difícil es ser justo.” Con el tiempo he llegado a reinterpretar esa frase como: “Los extremos son siempre el camino fácil, lo difícil es encontrar el centro.”
Las crisis sacan lo mejor y lo peor de los seres humanos. Por un lado, despiertan nuestra capacidad para la resiliencia, la generosidad y la acción valerosa. Por el otro, purgan los miedos, las inseguridades y, sobre todo, los juicios.
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Todos los seres humanos juzgamos… todos. Es la reacción inmediata ante algo que no entendemos, que no tiene sentido. La clave está en pillarnos cuando lo estamos haciendo. En estos momentos, juzgamos al que ayuda atribuyéndole motivaciones de interés personal, y al que no ayuda, por ser egoísta. A los que no quieren irse de sus hogares los llaman irresponsables y a los que duermen fuera, aunque sus hogares estén bien, “histéricos” con miedos irracionales. A los que fueron a las Fiestas de San Sebastián por ser carentes de sensibilidad, y a los que decidieron no ir, por no ser solidarios con un país que tiene que seguir hacia adelante.
Tengo que confesarles que el juicio me tiene harta. Me harta porque nos drena y nos separa. Claro que sé que hay gente egoísta, presta a aprovecharse de los demás, cobarde y corrupta. Pero ¿por qué tienen que ser esas mis primeras opciones? La vergüenza y el coraje que ha despertado el hallazgo del centro de acopio de FEMA en Ponce es un ejemplo. En cualquier libro es obvio que esto es una muestra clara de incompetencia, falta de comunicación y liderazgo dentro de nuestro gobierno, tanto a nivel estatal como municipal. Pero ¿por qué tengo que pensar que es producto de las acciones de gente “mala” que quiere ver al pueblo “jo…”?
Solo yo conozco las motivaciones detrás de mis actos, de la misma forma que solo tú conoces las tuyas. Si no entiendes, pregunta. Si no tiene sentido para ti, averigua. El presumir es señal de ignorancia. Crezcamos, por favor, como individuos y como país.