El cuerpo legislativo estadounidense acordó la aprobación de una reforma contributiva que incluye un impuesto de 12.5% sobre las compañías estadounidenses que operan en Puerto Rico y exportan bienes a los Estados Unidos. También dispuso acabar con el crédito contributivo que se brindaba a nivel federal por las exportaciones del ron al país norteamericano.
Al mismo tiempo, todas estas multinacionales que regresen su producción allá gozarán de un recorte en impuestos de casi un 50% de lo que han pagado hasta el momento este tipo de empresas.
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La realidad del caso es que la legislación no tiene nada que ver con nosotros. Se trata de una medida que busca atraer el capital estadounidense que está disperso a que produzca al interior de sus fronteras. Nos afecta porque, desde que Estados Unidos invadió a Puerto Rico, siempre nos ha denominado como país extranjero en todo lo que respecta a lo contributivo.
Dadas las circunstancias, a estas empresas manufactureras les será mucho mas costo efectivo operar en Estados Unidos u otros países que en la isla lo que constituye un tiro en la sien del país porque de la operación de esas compañías depende un 33% del presupuesto de nuestro gobierno y unos 200 mil empleos directos e indirectos.
Con este cambio de paradigma se consuma el fin del último pilar que sostenía al ELA: el mercado libre y común con Estados Unidos. Ya con PROMESA el Congreso se había cargado los otros dos que son el gobierno propio y la autonomía fiscal.
Antes de que los fotutos fanáticos vayan a saltar, creo que nadie debe alegrarse de esto en el contexto en que nos encontramos porque es sinónimo de pobreza y sufrimiento extremo para nuestra patria que padece sin respiro ni cuartel hace años.
Resulta intolerable el hecho de que, en medio de toda esta debacle, las energías del miserable presidente de la Cámara de Representantes hayan sido invertidas en aprobar un proyecto cuya finalidad es garantizar que niños puedan ser procesados y encarcelados por faltas como una pelea escolar.
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Es indignante que en el umbral de este nefasto capítulo el miserable presidente del Senado haya invertido sus energías en que se aprobara una reforma judicial cuyo único propósito es que la mayoría penepé en el Tribunal Supremo sea la que tenga el poder de nombrar los puestos administrativos más importantes de la judicatura.
Es insufrible que, en medio de este Apocalipsis, se haya invertido esfuerzo en aprobar una medida para discriminar contra las comunidades LGBTT otra vez y así complacer al grupúsculo que es ese sector recalcitrante de la Iglesia que son las víboras, hipócritas y sepulcros blanqueados de los que nos habló Jesús en los evangelios a todos los cristianos.
Lo peor de todo es que, en medio de todo esto, la comisionada Jenniffer González y el gobernador Ricardo Rosselló quieran echarle la culpa de lo sucedido a la oposición y que la oposición este ensayando, nuevamente, el gastado discurso post 936 de que, la culpa de la miseria de Puerto Rico la tiene el PNP.
¡Que vergüenza dan todos!
Claro, es más fácil seguir con el tiroteo sinsentido entre ellos que señalar al verdadero responsable de todo esto: Estados Unidos.
Y es que son ellos quienes nos invadieron, devaluaron nuestra moneda causando miseria entre nuestros hacendados. Fueron ellos los que compraron nuestras tierras y explotaron a nuestros trabajadores. Fueron ellos quienes reprimieron durante 50 años nuestro idioma, nos masacraron, limitaron nuestra capacidad de comerciar, nos arrebataron la posibilidad de irnos a la quiebra, bombardearon Vieques y Culebra por décadas, eliminaron la Sección 936, aprobaron PROMESA y ahora esto.
Son ellos los que nunca han querido impulsar un verdadero proceso de descolonización y tampoco han querido jamas hacernos parte de ellos.
¿Qué más tienen que hacer para demostrarnos que ni le importamos ni nos respetan lo suficiente como para tratarnos como iguales? ¿Por qué insistimos en tapar el cielo con la mano?
Y antes que salten los otros fotutos aclaro: no señores (as), no soy antiamericano. No quiero ser enemigo de Estados Unidos ni les odio. Al igual que la inmensa mayoría de los puertorriqueños, quiero que tengamos la mejor relación posible con los Estados Unidos.
Pero es hora de entender que, dados los últimos desarrollos, la colonia actual no es sostenible y la estadidad es un imposible porque ellos no la quieren ni a nosotros nos conviene. La única alternativa viable que nos queda es la soberanía, que no es perfecta pero nos ofrece las mejores posibilidades de desarrollo económico, político y social en este nuevo mundo en que vivimos.
Se que mi postura no es hegemónica pues no hay tema que nos divida más que este. Eso no debe ser obstáculo para sentarnos en la mesa de la hermandad borincana a discutir este asunto seriamente y sin estridencias no como populares, penepés, pipiolos o realengos sino como puertorriqueños (as).
La alternativa es continuar con la pelea monga y politiquera que nos trajo hasta este punto desdichado. Es negarse a ver la realidad que nos golpea con fuerza brutal en la cara; es ser rehén del miedo y esclavo de una farsa que al cabo de este tiempo nos ha dejado endeudados, pobres y completamente divididos.