Las personas que no están vacunadas contra el COVID-19 ya no podrán acceder a restaurantes, bares, lugares turísticos y recintos deportivos en Francia a menos que se hayan recuperado recientemente de la enfermedad.
La nueva ley entró en vigencia el lunes y requiere un “pase de vacuna” que es una pieza central de la campaña del gobierno contra el coronavirus.
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Francia está registrando las tasas diarias de contagios de coronavirus más altas de Europa y los hospitales siguen llenándose de pacientes, aunque el número de personas en Unidades de Cuidados Intensivos ha caído en los últimos días.
El gobierno ha impuesto pocas restricciones más ante la ola impulsada por la variante ómicron y se ha centrado en el pase de vacunas, aprobado la semana pasada por el parlamento y el Consejo Constitucional francés.
La variante ómicron es menos propensa a causar enfermedad grave que la variante delta anterior, según estudios. Resulta incluso más contagiosa que variantes previas y ya es la forma dominante del virus en muchos países. También infecta con más facilidad a personas vacunadas o que ya han pasado infecciones de otras versiones del virus.
Los críticos cuestionaban que el pase supusiera una gran diferencia en un país donde el 94% de los adultos ha recibido al menos una dosis de la vacuna, y algunos grupos celebraron protestas el sábado contra la nueva ley. El gobierno confiaba en que protegiera a los más vulnerables y redujera la presión sobre las abarrotadas UCI, donde la mayoría de los pacientes estaban sin vacunar.
Desde el pasado verano, Francia requiere un “pase de salud” para entrar en cualquier cafetería, museo, sala de cine o para subir a un tren regional o vuelo interno. Pero hasta el lunes, las personas sin vacunar podían activar el pase con una prueba negativa reciente. El nuevo pase sólo autoriza a personas con la vacunación completa o que se han recuperado hace poco del virus.
Entre tanto, Francia abrió el lunes el acceso a dosis de recuerdo a personas entre 12 y 17 años.