Las osamentas de 112 personas que fueron asesinadas durante el conflicto armado en Guatemala entre 1960 y 1996 fueron enterradas el viernes por sus familiares, vecinos y organizaciones de derechos humanos. Al menos 96 de los restos no lograron ser identificados.
Las inhumaciones se realizaron en la comunidad Sepur Zarco, en el departamento de Izabal, donde en 1982 y 1983 fueron blanco de ataques y acoso por parte de tropas del ejército.
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Emelina Bol, una mujer indígena q’eqchi, se enteró el jueves que una de las osamentas era la de su madre desaparecida. Entre lágrimas, velas y un clavel sobre una urna de madera, la mujer veló los restos.
La Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG) identifica los restos con pruebas de ADN que coteja con muestras de familiares que reclaman a las víctimas.
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La organización Mujeres Transformando el Mundo (MTM) —que llevó a la justicia el caso de 11 mujeres q´eqchis que fueron esclavizadas laboral y sexualmente por miembros del ejército durante el conflicto armado y que logró condenas contra dos militares— construyeron un monumento donde inhumaron las osamentas.
En 2016 un tribunal condenó a 120 años de prisión al coronel Esteelmer Francisco Reyes Girón y a 240 años al paramilitar Heriberto Valdez por delitos de deberes contra la humanidad, violencia sexual, esclavitud sexual y doméstica contra 11 mujeres q´eqchis, el asesinato de tres mujeres y de la desaparición forzada de siete hombres, esposos de las sobrevivientes.
Tras la sentencia, el tribunal que condenó a los agresores de las mujeres violentadas también ordenó la búsqueda de desaparecidos de la guerra.
Guatemala vivió una guerra de 36 años, que según Naciones Unidas cobró la vida de unas 200.000 personas. Otras 45.000 fueron desaparecidas. Según un informe de la verdad, los años más cruentos y violentos fueron entre 1982 y 1983 durante el gobierno de facto del exdictador fallecido José Efraín Ríos Montt.