Los hondureños no quieren que se repita la misma historia de los comicios de hace cuatro años, cuando el actual presidente Juan Orlando Hernández logró sumar un periodo más en el poder en medio de violentas protestas y acusaciones de fraude. Por ello, muchos salieron a sufragar temprano el domingo para elegir al sucesor del impopular líder, en unos comicios que pudieran sacar del poder a su Partido Nacional después de 12 años.
Y la candidata con más probabilidades de lograrlo es Xiomara Castro del izquierdista Partido Libertad y Refundación. La ex primera dama aspira por tercera vez a la presidencia y es la única de 13 candidatos opositores con posibilidades de derrotar al sucesor escogido por Hernández, Nasry Asfura, el alcalde de Tegucigalpa.
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“Esperamos que estas elecciones sean transparentes, no importa quién gane, pero que gane limpio”, dijo a The Associated Press José Alvarado, un abogado de 55 años de edad, luego de votar. “Ya estamos cansados de tanta sinvergüenzura, queremos que ganen los mejores. Me levanté temprano para votar con entusiasmo, porque si la gente no le pone interés a esto, estamos perdidos”, advirtió.
Tal es el nivel de desconfianza entre los hondureños en el proceso electoral que muchos temen que pudiera haber disturbios no importa quién gane.
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Julio César Nieto, un jubilado del sistema judicial de 62 años de edad, dijo que espera que los partidos políticos actúen con responsabilidad y reconozcan a un ganador para evitar la violencia que se produjo después de las elecciones de hace cuatro años.
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“Todo el mundo busca un cambio”, afirmó Nieto después de emitir su voto en una escuela primaria en el barrio capitalino de El Bosque. El sitio de votación se abrió a los electores más de una hora después de lo programado.
A pesar del comienzo tardío, la votación pareció ordenada en las primeras horas. Los trabajadores electorales verificaron identificaciones, escanearon huellas digitales y tomaron fotografías de los votantes. Las boletas se marcaron, se depositaron en cajas de plástico transparente —para presidente, para miembros del congreso, para cargos locales— y los meñiques de los votantes se mancharon con tinta.
Luis Guillermo Solís, expresidente de Costa Rica y jefe de la misión de observadores de la Organización de Estados Americanos, dijo el domingo por la mañana que habían comenzado a llegar informes preliminares de sus observadores y que las cosas parecían normales.
“Hemos estado ya en varios centros y estamos viendo más o menos lo mismo: filas largas de personas que están ejerciendo su derecho cívico”, aseguró Solís.
Sandra Castillo votó en la Universidad Pedagógica Nacional en un barrio de clase media de Tegucigalpa. Dijo que sufragó por un cambio, no necesariamente de partido, sino un cambio de personas en el poder, para “que no sigan gobernando de igual manera”.
La forma en que han gobernado los líderes hondureños han afectado a las empresas y desalentado a la inversión, estimó Castillo, quien trabaja en la administración del sistema judicial. Estadísticas como el desempleo hacen que las luchas en el país sean innegables, agregó.
Señaló que no escuchó planes claros sobre cómo abordar esos problemas en ninguna de las campañas de los candidatos. “No vi propuestas reales de qué van a hacer, cómo lo van a hacer… Fueron discursos un poco vacíos de planes”, subrayó.
El consejero presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), Kelvin Aguirre, al dar por inaugurado los comicios, destacó que “la voluntad ciudadana en las urnas debe respetarse… y dar un mensaje al mundo que podemos vivir en paz y libertad”. Unos 5.755 centros de votación fueron instalados en los 18 departamentos del país, donde 5,1 millones de hondureños estaban facultados para sufragar.
Son 14 candidatos a la presidencia que buscan sustituir a Hernández, que consiguió la reelección en 2017 después de lograr la interpretación en 2015 de un artículo de la Constitución por parte de la Corte Suprema de Justicia. Además se escogían a 128 diputados del Congreso Nacional e igual número de suplentes, 298 alcaldes y 20 diputados al Parlamento Centroamericano (Parlacen).
Los expertos dicen que las elecciones dependerán de si aquellos insatisfechos con el Partido Nacional acuden a las urnas en números suficientes para derrotar a la poderosa maquinaria electoral del presidente. Numerosos hondureños han reportado haber recibido llamadas telefónicas del partido ofreciendo varios pagos y otras prestaciones del gobierno y recordándoles que votasen. Algunas llamadas ofrecieron organizar transporte a los sitios de votación.
En un mundo vapuleado por la pandemia de coronavirus, Honduras puede incluir esa apenas como una de las crisis que ha enfrentado. El año pasado, el país fue devastado por dos poderosos huracanes. El desempleo fue de 10,9% el año pasado y la economía se contrajo 9%. Las pandillas siguen aterrorizando las calles, forzando, junto con factores económicos, a muchos hondureños a emigrar.
La corrupción existe con impunidad tal que los hondureños han tornado sus esperanzas a fiscales federales estadounidenses en Nueva York. Los fiscales ganaron una sentencia a cadena perpetua para el hermano de Hernández, Juan Antonio “Tony” Hernández, por narcotráfico, y han acusado al presidente de financiar su ascenso político con dinero de las drogas, aunque no han presentado cargos contra él. Juan Orlando Hernández ha negado las acusaciones.
Las condiciones parecen favorables para Castro, pero hay dudas sobre cuánto cambio ella pueda generar. Su esposo, José Manuel Zelaya, fue derrocado por las fuerzas armadas en un golpe en 2009. Fiscales estadounidenses le han vinculado con sobornos de narcotraficantes, algo que él rechaza.