Una disminución en los casos de COVID-19 en Estados Unidos en las últimas semanas les ha dado a los abrumados hospitales un poco de alivio, pero los administradores se preparan para otro posible aumento a medida que el frío invernal hace que la gente se quede en interiores.
Los expertos en salud dicen que la cuarta ola de la pandemia de coronavirus ha llegado a su pico en Estados Unidos, especialmente en el sureste, donde los hospitales se vieron presionados al límite hace unas semanas. Pero muchos estados en el norte siguen batallando con un aumento de casos y lo que depara el invierno no está claro.
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Entre los factores desconocidos están cómo la temporada de influenza pudiera afectar la disponibilidad de personal en los hospitales y si aquellos que se han negado a vacunarse cambiarán de parecer.
Un estimado de 70 millones de personas en Estados Unidos elegibles para vacunarse no lo han hecho, proveyendo campo fértil para la diseminación de la contagiosa variante delta del coronavirus.
“Si no estás vacunado o no tienes protección de la infección natural, el virus te va a encontrar”, advirtió Mike Osterholm, director del Centro de Estudios y Políticas de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota.
A nivel nacional, el número de pacientes hospitalizados con COVID-19 ha caído a unos 75.000, comparados con más de 93.000 a inicios de septiembre. El número de nuevos casos se ubica en unos 112.000 por día como promedio, una baja de un tercio en las últimas dos semanas y media.
Las muertes también parecen estar en baja, promediando 1.900 al día comparadas con más de 2.000 hace una semana, aunque Estados Unidos se acercó el viernes al doloroso hito de 700.000 muertos desde el inicio de la pandemia.
La declinación del brote del verano ha sido atribuida a un mayor uso de mascarillas y a más personas vacunadas. El decrecimiento en los números pudiera deberse además a que el virus haya pasado ya por las personas susceptibles y se esté quedando sin personas a quienes infectar en algunas áreas.